Leonardo
Padrón

Balada

Has llegado tan impuntualmente a mi vida

que he decidido corregir todos los relojes

hacia tu posibilidad.

Que este poema te suba la falda

que te arrime hacia la mesa

lubricándote el cierre

abriéndote las ganas

que te humedezca lentamente

gastándose en el fin de tus piernas

en tus últimas partes

que te incendie contra la pared

alzándote, removiéndose, luchándote

contigo en las uñas, en el grito mínimo, en el cuello

que te sea enorme, violenta y penetrada

que este poema te rasgue el deseo

que gimas entre sus brazos

 

¡ah! esta caricia desquiciada

y la furia el jadeo

 

hasta sangrarnos.

 

Manuscrito y café

Eres interminable, esquiva y mediterránea, vengativa y suntuosa, eres Narciso y Rapunzel, me vas cubriendo, me vas dejando, digna del cielo, perfume de Satán, monja de los horizontes, hembra de los claustros, eres manifiesta y mínima, pura y previamente teórica, previamente mortal, eres constancia de la melancolía, voz de lluvia en el cuerpo, ficción del poema. Malcriada de mis ojos, no renuncias ni despojas, laceras y encantas, niñita de mis manos, créceme en tus labios, ternura de las tormentas, animal ilusorio, espejismo, carne y cuna, siglo XIX de mis deseos, creciente de agua dulce, de copa feroz, de cántaro dramático, eres salvaje y caminas y desandas y desquicias, máscara, aguja blanda, sudor de luna, termina de llegar, de explotar, desespérame, tú, que mueves la punta de tus palabras y las paseas por mi cuello, tú, de caprichos y absoluta, abandonas, juegas, te pierdes en tu propio azul, presuntuosa, escondida y suave, tienes aires de reina, voz de infanta, humedad de nínfula, eres indecente de tan cierta, eres usted y mujer, tienes movimiento de sexo y cerrojo, de madrugada y porfía, me cansas, me bastas, te escribo, te padezco, me degüello en tu risa, dulce de callejones, ahora pequeñísimo para ti, en tus aguas, amaneciendo, te odio, a pura alma, a puro amor.

 

Lunes

 

La noche deja de ocurrir

gotea hacia el fondo de tu piel, revienta de luz

el último sueño parte hacia el olvido

arena de ti es la almohada

entonces, alguien te llama

una exacta decisión te reclama

tú te levantas

tropiezas con el brillo duro de las cosas

ves en cada paso una sala grande, enorme, inabarcable

tu desayuno siempre solo

la ropa que cansa el mandado de seguir con todo

en realidad prefieres no aparecer

te devuelves hacia la cobija

te arropas hondo

te tragas

el mundo está sonando allá afuera

y en el cuarto tu techo permanece

urgente

desgajándose sobre ti.

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