Leonardo
Padrón

«El arte no se ha detenido ante el horror»

La poesía (1979-2011) del escritor Leonardo Padrón ha sido reunida por la editorial Seix Barral en el libro Contracanto, que invita al lector a recorrer las mudanzas y permanencias de la voz poética de este creador.

El libro será presentado en el Centro Cultural Chacao hoy, a las 6:00 pm, y el escritor duda de la pertinencia de la actividad en un día en que  marchas y concentraciones ocuparán la ciudad. Pero el arte convive con el caos y el escritor jamás ha eludido dicha relación.

-En el prólogo Armando Rojas Guardia dice que quienes lean el libro tendrán una vida más plena. ¿La poesía hace mejor a las personas? 

-Todo arte termina siendo un ejercicio de nobleza de la especie humana. Eso no quiere decir que los artistas sean por definición éticamente irreprochables. La historia tiene ejemplos que destilan la opinión contraria. Lo interesante no es lo que transmite el autor, sino lo que transmite la obra. La experiencia que tiene el consumidor con la obra es íntima, silenciosa, casi invisible.  No te convertirá en un ser más bondadoso,  pero la experiencia de la belleza y el goce estético es una experiencia per se noble.

-Su poesía ha pasado por un proceso de depuración del lenguaje, ¿qué le ha hecho tomar esa dirección?

-La austeridad expresiva más bien fue un punto de partida en mi poesía. En La orilla encendida y Balada, la brevedad era un síntoma. Yo más bien empecé hacer ejercicios de esa elocuencia (que señala Rojas Guardia en el prólogo) después; en una búsqueda -la de todo poeta- de ver hasta dónde llega la experiencia con el lenguaje y qué nuevas zonas abre, y la llevé a su máxima expresión en Boulevard, un libro transgénerico. En la medida en que seguí transitando el oficio poético volví a las aguas breves de la expresión y efectivamente mi último libro publicado, Método de la lluvia, da testimonio de esa relación decantada con la poesía, pero siempre apegado a mi fervor por la metáfora como la herramienta más poderosa que tiene la poesía para destilar sus efluvios, sus posibles hechizos, su misterio. Creo profundamente en lo que decía Roberto Juarroz:  la poesía ocurre cuando dos palabras que nunca se habían visto a la cara se reúnen por primera vez. En ese momento se genera una experiencia sonora y de significados extraordinaria. Creo que es de los momentos más gozosos de todo aquel que ejerce la poesía, cuando haciendo cabriolas en el lenguaje para transitar la verdad que quiere decir se consigue con esos chispazos.

-¿Cree que esa austeridad es una forma más contundente de llegar a la verdad poética?

-Si algo he aprendido es que ningún momento de la poesía es definitivo. Eso no garantiza que yo no vuelva en el próximo poemario a la elocuencia. Sin duda alguna la poesía siempre es síntesis, siempre es pureza estricta de la palabra y la verbosidad podría poner en riesgo ese axioma, pero yo prefiero no decretar el destino de mis futuros poemas.

-Esta poesía reunida llega hasta 2011, ¿cómo ha seguido su tránsito después?

-No quiere decir que no siga escribiendo poesía, una cosa es la poesía que uno escribe y otra es la que uno publica. He ido deshilvanando unos cuantos poemas que no necesariamente tienen vocación de libro y están allí en la gaveta esperando su momento para respirar públicamente. Confieso que en todos estos años mis afanes literarios han abierto otras rutas, por ejemplo ha habido en mí  una fascinación en los últimos años por la crónica, género que siento en estos momentos más poderoso para tratar de explicar el país que estamos siendo  e incluso el ser humano que soy en medio de esto. Eso me ha robado mucho de mis afanes con la poesía. Tengo síndrome de abstinencia con respecto a lo que es volver a la poesía con más concentración.

-¿Cuándo sabe que un libro de poemas está listo para ser publicado?

-Eso puede estar signado a veces por el arbitrio, puede ser una conclusión inmensamente subjetiva, puedo provenir de la necesidad de soltar esos poemas a la calle y entonces los reunes en una misma habitación llamada libro. Hay libros que salen con un criterio muy nítido, una unidad temática como Amor tóxico, en donde cada poema está atado a lo que emana del título. Pero uno siempre trata de que lo que salga publicado como corpus contenga una unidad de criterio estético y temático. Es difícil de responder esa pregunta porque tiene mucho que ver con la intuición del poeta, a veces puede ser una intuición fallida pero siempre hay algo que te dice ‘Este es el libro”.

-¿Alguna vez ha tenido una de esas intuiciones fallidas y se ha arrepentido de lo publicado?

-Puede pasar con uno u otro poema, y quizás quiera reescribirlos pero de hecho para publicar este libro tuve que releerme, cosa que no me gusta, y volver a poemas que había escrito hace 25 años. Puedo sentir a veces cierto desencuentro con las formas expresivas de algunos poemas, pero haciendo la evaluación sobre mis libros, la idea es ser fiel al poeta que fui en cada uno. No se trata de barnizar u ocultar los actos fallidos del pasado o  los posibles traspiés. No escribiría otra vez como en La orilla encendida pero ese fue un testimonio de la infancia de mi voz poética y me parece interesante, por lo menos a mí,  asomarme allí de nuevo y no extinguirla ni ocultarla en el sótano de los olvidos.

-En esas distintas formas expresivas y transformaciones de la voz poética ¿qué ha permanecido de esa voz a lo largo de estos años?

-Es algo en lo que coindicen Rojas Guardia y Rafael Cadenas en el libro: mi fascinación por la imagen poética. Es quizás lo que más gozo del oficio, aunque siempre he creído que la poesía más que un oficio es una forma de vida, una de aproximarte a la existencia, una manera de mirar el mundo. Octavio Paz lo dijo muy bien en El arco y la lira, una cosa es el poema y otra la poesía, el poema es un evento lingüístico y la poesía es una actitud ante la vida. Por eso uno puede encontrar en un campesino, en un pescador, en un habitante del páramo una mirada poética de la vida o en artistas de otras disciplinas. Para mí los grandes cineastas o novelistas en el fondo son poetas y por eso es que son grandes.

-Decía que la crónica era el género que encuentras más idóneo para explicarnos como país, ¿la poesía no es un género que pueda explicarnos?

-Sí, sin duda pero desde hace 18 años se ha ido generando un discurso tan rocambolesco de la realidad que cuando quieres dejar testimonio de ello, creo que el género que más se presta es la crónica porque además, como decía Juan Villoro, es el ornitorrinco maravilloso de la prosa, es el género que contiene a los demás. Un buen cronista tiene que tener cierta dosis de poesía en la mirada, la capacidad de observación de un novelista, la capacidad de reflexión de un ensayista, etc. Como la poesía es un código del lenguaje tan particular quizás si trato de dejar testimonio de estos tiempos a través de ella, su caja de resonancia sería muy parcelada. Creo que la pesadilla no puede propiciar lecturas ambiguas. La poesía es polisémica por naturaleza, la gente entenderá un poema como se genere en la experiencia.

-¿Esta crisis que vivimos es propiciadora o no de la creación poética? y ¿cuál es la posición que debería asumir el artista ante esta realidad?

-Es una decisión estrictamente personal. En el país hay escritores que sin dejar de estar crispados y devastados por lo que acontece lo asumen de una forma más interior, replegados sobre sí y otros que quizás ejercemos nuestro rechazo de una forma pública. Amabas formas son absolutamente  legítimas. Yo pienso que  todo arte por definición es provocación, todo arte es transgresor y subversivo y estos son momentos para ser subversivo ante una realidad sórdida a la que debemos sublevarnos, el arte tiene muchas cosas que decir y aquí no se ha detenido. Creo que se está escribiendo como nunca, creo que se está pensando al país como nunca. Se está haciendo teatro, se está haciendo películas. El arte no se ha detenido ante el horror porque justamente se trata de responderle al horror con el lenguaje de la creación, la imaginación y la belleza.

-La ciudad ha sido un tema muy importante en su poética ¿Cómo es su relación con la Caracas de hoy, que está en franco deterioro?

-Lo que básicamente ha ocurrido es que la ciudad ha pasado por un proceso de envilecimiento brutal, monumental. Estamos viviendo los signos de la devastación y yo camino entre sus escombros y trato de dar testimonio de ello con el dolor que genera pasear por los escombros de lo que antes era una ciudad con más instancias luminosas. Hoy la muerte y la violencia parecen ser las protagonistas no solo de Caracas sino de la vida del venezolano. Yo desde hace tiempo descubrí que una ciudad también es una categoría estética, entonces sigo asomándome y conectándome con esos momentos en que la urbe te arroja sus episodios de revelación, de asombro maravilloso y de poesía. La sordidez también tiene sus rincones poéticos. No he claudicado en mi forma de vincularme con la ciudad.

-En un poema dice que solía estar en el suelo y sabía más de sí mismo. ¿La poesía le ha servido para eso?

-Sí. La poesía es quizás la forma más poderosa de bucear dentro de sí mismo, es una manera de lograr una inmersión dentro de las propias dudas, asechanzas, insomnios. Es una manera de explicarte a qué viniste al mundo y a dónde vas, este deambular que muchas veces nos llena de tantas interrogantes. La poesía sirve incluso para hacerte preguntas de las que no necesariamente conseguirás todas las respuestas, pero es una gran compañera en este enigma que es la vida. Hay poemas de otros autores que me han salvado o me ha señalado reflexiones de inesperada lucidez sobre mis propios acertijos porque el lenguaje es infinito en su posibilidades de decirte a ti mismo. Es asombroso como la palabra inesperadamente te describe, te relata, a veces te condena. Sin duda la poesía es una vía de conocimiento para mí.

Por: Diana Moncada

@Moncadadiana

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