Leonardo
Padrón

La voz editorial de las mañanas

Usualmente, la salida del sol se asocia con el vigor de los comienzos. El mundo empieza una vez más con cada amanecer. La vida estrena otra función. Pero en Venezuela, desde hace largos años, estrenar el día es reiniciar el agobio, recordar en qué capítulo del desatino andamos. La sensación de que todo comienza de nuevo cambia a la certeza de que todo sigue peor. Y entonces uno prende la radio y se asoma a las noticias, como quien se asoma temerosamente a un precipicio. Con el vértigo en la orilla del café.

“¡Son las 6 y 56, capicúa!”, dice la voz que habitualmente acompaña a muchos venezolanos en la ruta a sus afanes. Uno oye esa frase y entiende que se acerca el momento pico de la transmisión radial más escuchada del país. Una breve cortina musical nos adentra entonces al instante más personal del programa de César Miguel Rondón, el instante donde elige la que considera la noticia del día, agarra el bisturí de su verbo y la disecciona ante los oídos de miles de oyentes. Generalmente su elección, en un país que fabrica, a la velocidad de las balas, toneladas de noticias estridentes, graves y altisonantes, suele concitar el interés unánime de su auditorio. Así, a lo largo de cientos de programas, César Miguel Rondón se ha convertido en la voz editorial de las mañanas, en la voz que cuestiona, alerta y prende las alarmas ante los desaguisados de la clase gobernante, en la voz que se transforma en la conciencia del país decente que aún existe.

Valga decirlo. A César Miguel le toca lidiar, día tras día, con el mal humor de un país sofocado por la adversidad, un país que amanece casi afónico, cansado, fangoso. Le toca darnos el parte de guerra de nuestros caídos, el informe del descalabro general, las señales del desmoronamiento colectivo. No es poca cosa.

Y lo hace con su inconfundible voz, una voz sin sobresaltos ni excesos, que transpira una ecuanimidad no exenta de ironía, y que hace un puntual escrutinio de la realidad nacional. Porque parte del atractivo de estos editoriales, seamos claros, está en el tono con que son enunciados. Su voz se acerca a la noticia del día de forma sobria pero lacerante. Una voz que un gris funcionario del régimen, para intentar desacreditarla, ha querido tildar de mexicana, pero todos sabemos profunda e irremediablemente venezolana. Como si acaso el gentilicio fuera algo que tiene que ver meramente con el código postal de la clínica donde ocurrió su primera queja ante el mundo.

César Miguel interpela cotidianamente al poder. Registra sus abusos. Los lista en voz alta. Señala a cada funcionario, no importa la jerarquía, que ejerce de forma abusiva e indecente el poder. Así como numera los inagotables eventos donde la violencia oficial se despliega ominosamente sobre nosotros. César Miguel ha sido tan punzante en sus editoriales que la propia emisora de radio los oye con el corazón en vilo, distintos portales web los replican y -sin duda alguna- los personeros del régimen les temen porque saben que buena parte del país los escucha y una indisputable trayectoria de credibilidad los sostiene.

Alguna vez, intrigado por la sintaxis de sus editoriales, le pregunté en que momento los escribía, si acaso en el último inning de la madrugada o en los minutos previos al arranque de su programa. Mi sorpresa fue notable cuando César Miguel me soltó, así como quien te dice la hora de pasada, que nunca los escribía, que los iba armando en el camino, tejiendo las palabras frente al micrófono. Llegué a sospechar por un segundo que me tomaba el pelo, él, que tan necesitado está del mismo, cuando recordé que César Miguel exhibe, entre sus virtudes, la de no mentir, y menos a un compadre de sacramento. Ahora, que incluso uno puede acceder a su cabina de radio, a través de una aplicación tecnológica llamada Periscope, que nos sienta a su lado, anónima y calladamente, pues, queda más que refrendado su arte oratorio que, en el lapso de tres minutos o menos, deja sembrada sobre el lomo del día la reflexión que necesitamos para franquear la calamitosa realidad nacional.

Resulta entonces que una selección de esos editoriales se ha agrupado en un libro titulado “País de salida, Bitácora de la debacle”. Y quizás lo más valioso de este texto es su impensado tono de diario, su carácter de documento de una época signada por la tribulación y la oscuridad. Estamos ante una minuciosa radiografía de la degradación de un país que alguna vez estuvo lleno de futuro. Leer este libro es atravesar la tolvanera en la que se ha convertido Venezuela, ese estupor cotidiano que ha ido repujando un rictus agrio en nuestro rostro. Es un libro elaborado día a día, al pulso de la noticia, dando cuenta de cada centígrado de hervor ciudadano. A medida que recorremos las páginas de “País de Salida” vemos cómo sus aguas se encrespan y se convierten en un turbulento diario que arropa los años que van desde el inesperado 2013, el violento 2014 y el apocalíptico 2015. En definitiva, estamos ante un diario de la crispación general. Como bien dice Alberto Barrera Tsyzka en el prólogo al libro: estamos ante “un relato personal de la indignación ciudadana”.

Si me permiten el comentario, que podría sonar a injuria, este libro pareciera escrito a 4 manos entre César Miguel Rondón y Nicolás Maduro. Es como si Maduro hubiera dicho: “yo pongo los disparates y tú la voz que los cuenta”. Y es que no deja de impresionar la incesante presencia de Maduro en estas páginas. Dato que solo demuestra que el caos presente tiene un primer y notable responsable, un autor intelectual, y me perdonan la generosidad del adjetivo. En todo caso, no nos inquietemos, cuando Maduro está agotado o se toma un día libre, sus ministros y gobernadores tienen a bien proveer el material que sustenta esta antología de editoriales radiales.

No podemos dejar de subrayar las palabras iniciales de César Miguel Rondón donde apunta una conclusión perturbadora: “estamos ante el fin de una época, aunque eso no significa que la pesadilla esté a punto de terminar”. César Miguel nos propone la imagen de la bitácora y vale apuntar que su travesía, que también es la de todos, ha sido a contravía, con borrascas y torbellinos donde no deja de exhibirse la amenaza de la censura y el intento persistente de colocarle una sordina a su voz.

El libro comienza con el Chávez de la enfermedad y el misterio. Y desde entonces va dando cuenta del calibre de las mentiras que cada vocero del régimen ha descolgado cínicamente sobre nuestros ojos o las tantas veces que han irrespetado la constitución. Y así, este implacable notario de la realidad, anota cada traspiés económico, cada medida absurda, cada capítulo delirante. ¿Un detalle para el asombro? César Miguel reseñaba ya con alarma en enero del 2013 que la cesta básica alimentaria alcanzaba la escandalosa cifra de 2.175 Bs. Y hay que ver cómo envejecen los escándalos pues hoy, noviembre del 2015, la cesta básica sobrepasa los 100 mil Bs!! En un editorial del año 2014 registra, con sobresalto, el arribo del dólar negro a la indecente cifra de 200 Bs. Ese monto es hoy una carcajada de humor negro ante un cambio que se acerca peligrosamente a los 900 Bs. por dólar.

Escasez, desabastecimiento, falta de materias primas, colas, humillación, violencia irracional, armas de alta potencia en manos de bandas delictivas, ya todo se mencionaba con persistencia en los editoriales de César Miguel desde hace tres años. Es como si el tiempo no hubiera avanzado, como si la realidad se repitiera hasta el paroxismo, agravando la dosis de su veneno.

Estamos, sin duda, ante un libro necesario, porque uno de los roles más importantes que podemos ejercer en estos tiempos de penumbra y autoritarismo es evitar que el olvido gane la batalla. El olvido es una forma de impunidad. Por eso la pertinencia de inventariar los excesos, la ineptitud y la negligencia de un Estado que ha perfeccionado el cinismo como forma de gobierno. País de Salida es un alegato contra la desmemoria, un informe pormenorizado del imperio de la corrupción y la mediocridad y, a la vez, el pregón que parece anunciar el fin de una etapa ruinosa de nuestra historia republicana.

Al leer estas páginas resulta impresionante advertir todo lo que hemos resistido los venezolanos, así como el coraje y la templanza de César Miguel Rondón para darnos cuenta del estatus del caos, sobrellevando su propio desánimo, camuflando su desasosiego, acompañándonos desde la ecuanimidad de su voz, una voz que se ha especializado en ser emblema de la ética periodística y de una enorme vocación ciudadana al servicio del espíritu democrático que todos anhelamos recuperar.

Nosotros, ciudadanos vulnerados ferozmente en nuestra dignidad, lo único que tenemos son palabras, y eso –sin duda- lo tiene muy claro César Miguel. Palabras que se deben convertir en actitud, conciencia y voto para hacer de este País de Salida una ruta para el otro país, el que nos espera en algún lado, para convertirse quizás en el mejor editorial alguna vez pronunciado por César Miguel Rondón en el comienzo de un día luminoso e inolvidable.

Leonardo Padrón

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