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Padrón

Leonardo Padrón: “Antes éramos referentes, ahora somos escombros”

Por: Alquilino José Mata
El Universal
18/11/2018 01:00 am

“Lo más imperativo en una situación de exilio es recuperar algo de normalidad”, sostiene Leonardo Padrón refiriéndose a la oportunidad de retomar su oficio y poder escribir su primer dramático internacional, Amar a muerte, que debutó por todo lo alto al acaparar la mayor sintonía en México -donde reside- a través de la cadena Televisa, así como también entre la audiencia hispana de Estados Unidos, vía Univisión. Así corona una fructífera carrera de más de 20 años que lo situó como libretista de éxito en Venezuela y que ahora trasciende fronteras con un arranque que mejores augurios no le ha podido proporcionar.

-«Amar a muerte» arrancó con muy buen pie en México y Estados Unidos, ¿qué ingredientes cree que propiciaron ese éxito?
-Creo que se generó una saludable expectativa gracias a una suma de elementos: el tema, el elenco, las imágenes promocionales. Presumo. Son conjeturas. En esta industria uno se sorprende todos los días. Nada está escrito sobre piedra.

-¿Cuán arriesgado resultó abordar un tema tan poco usual en una telenovela como los enigmas sobre lo que ocurre luego de la muerte?
-Tan arriesgado como estimulante. Los escritores siempre le hablamos a la muerte. Buscamos entenderla a través de las palabras. De dónde venimos y adónde vamos son las preguntas pivotales del ser humano. «Amar a muerte» indaga sobre ese misterio que tantas religiones y creencias populares intentan responder. ¿Hay vida después de la muerte? ¿El alma nos sobrevive? ¿Qué pasaría si tuviéramos una segunda oportunidad? Todas esas preguntas se van explorando a lo largo de la serie, que está basada en una historia del escritor colombiano Julio Jiménez llamada «En cuerpo ajeno» y que ha sido versionada otras veces. Es un argumento muy poderoso al que le he agregado otros elementos para dimensionarlo aún más.

-¿Cuesta centrarse en el diseño y desarrollo de un proyecto mientras se vive una situación tan traumática como el exilio?
-Lo más imperativo en una situación de exilio es recuperar algo de normalidad. Y, sobre todo, tu cauce laboral. Para mí ha sido una fortuna haber recibido esta oportunidad. Y la asumo con el rigor y la responsabilidad que requiere. Las heridas del exilio trato de mantenerlas puertas adentro.

-¿Qué diferencias y semejanzas, en la manera de desarrollar su trabajo, hay entre la industria de la TV mexicana y la nuestra?
¿Diferencias? Muchas. Otro mercado, otro público, otros valores culturales. Otro sistema de producción. Algo también notorio: desconozco a la mayoría de los actores. Tuve que confiar con los ojos cerrados en las propuestas que me hicieron tanto W Studios como Televisa. Pero una historia se escribe siempre con los mismos rudimentos, aquí y en Australia.

-¿Qué distancia hay entre el Leonardo Padrón de «Amores de fin de siglo» y el de «Amar a muerte»?
-Son más de 20 años. Muchas lunas, ¿no? Supongo que hay un poco más de pericia, mayor dominio de los trucos del oficio y mayor conciencia de lo que se puede o no lograr. A la vez, la televisión ha cambiado mucho. Lo que se cuenta y cómo se cuenta. En Venezuela, antes éramos pioneros, vanguardia, referente. Ahora somos escombros. Así que ha tocado reinventarse, en otro contexto muy distinto. Esa no me la esperaba.

-Ha dicho que la telenovela es una ventana que se asoma hacia la realidad del país, ¿cómo lo intenta «Amar a muerte» en el caso de México?
-Aparte de la historia de amor y la jugosa exploración del tema de la transmigración de almas, he querido también plantear las extremas complicaciones del periodismo en México. Es uno de los lugares más peligrosos del mundo para ejercer ese oficio. Los periodistas son permanentemente amenazados, extorsionados, torturados o asesinados por los carteles de droga. Tengo una trama entera que encarna esa temática.

-¿Piensa que la telenovela «Venezuela» se quedó desde hace tiempo en su etapa culminante y nada que aparece la palabra Fin?
-Ya ni siquiera hay etapa culminante. El país ha entrado en un marasmo tan agónico como exasperante. Es lo más peligroso que nos podía pasar. Que la gente no tuviera más urgencia que ocuparse de su propia supervivencia y la voz de la protesta se fuera apagando gracias al miedo y la represión.

-¿Qué final escribiría para esa telenovela?
-Un final clásico. Donde los villanos paguen por sus delitos y la gente de bien recupere su plenitud. Creo que nunca había sido tan deseado un final feliz. Ha sido excesivo el tiempo de la penuria. Todos queremos ver el fin de esta siniestra dictadura. Ver las carreteras, puertos y aeropuertos colapsados por un tsunami de gente volviendo a su casa. Ver las santamarías de los negocios abriéndose. El agua saliendo por las tuberías. Camiones gigantescos llenando de comida los mercados. Música. Abrazos. Una fiesta nacional. Eso.

-¿Cuántos capítulos cree que le faltan?
-Tengo rato con el optimismo lesionado. Los desatinos del liderazgo opositor han sido tantos que una palabra tan poderosa como “esperanza” está llena de agujeros y abolladuras. La tiranía, mientras tanto, solo se ocupa de preservarse en el poder de la forma más inescrupulosa posible. Aún faltan algunos capítulos.

-¿La crítica mexicana se parece a la nuestra o es distinta?
-Aún no la conozco del todo. Solo me llamó la atención un crítico que reclamaba airadamente que la teleserie se hubiera estrenado primero en Estados Unidos que en México. Un arrebato nacionalista. Pero ni siquiera se ocupó de averiguar las razones.

-¿Hasta dónde lo ha marcado la muerte de su madre y el no poder venir a despedirse de ella?
-Es una de las heridas que no le perdonaré al régimen. Como a mí, esa situación le ha pasado a muchísima gente. Es un dolor sin palabras.

-¿Es el suyo un exilio o un autoexilio?
-¿Autoexilio? No estaba en mis planes. Ya bastante he referido las circunstancias. Uno de los atributos de toda tiranía es decidir el destino de los otros seres humanos.

-¿Se ve viviendo siempre fuera de Venezuela o tiene la certeza de que regresará en las condiciones justas para vivir aquí?
-Por supuesto que regresaré. Millones regresaremos. Otros, sin duda, harán una vida y se quedarán lejos. Pero jamás voy a dar a Venezuela por desahuciada en mi destino.

-¿Dónde queda la poesía en una situación como la que vive?
-En uno de sus sitios preferidos, que es el silencio y la observación. Todo se va sedimentando hasta que busque su forma de respirar a través de las palabras.

-¿El crítico de la realidad ha dejado de lado al poeta?
-No necesariamente. La poesía me ayuda a entenderla mejor. La poesía cuestiona permanentemente a la realidad. La sacude. La interpela. Se alimenta de ella. La poesía siempre es resistencia.

-¿Mariaca Semprún ha sido su mejor paño de lágrimas y soporte emocional en esta situación?
-Ha sido mi gran compañera. Mi apoyo invaluable. Un tesoro. Todo hubiera sido muy distinto si no nos tuviéramos. Nada como la pareja para navegar esa tormenta que es el exilio.

-¿Qué le gustaría escribir después de «Amar a muerte»?
-Entre lo que me gustaría y lo que toca, vayamos ahora por lo que toca.

-¿Es de los que ama a muerte?
-El amor es un abismo, siempre. Por eso a veces su fracaso se parece al vértigo de la muerte. Pero, si te soy sincero, el único sitio donde vale la pena morirse de amor es en la literatura.

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