Una razón llamada Mónica
La noticia esperó que abriera los ojos y saltó sobre mí. Tenía un mensaje en el teléfono, acechándome desde una hora antes: “Primo, ¡qué horror lo de Mónica Spear!” Aún medio dormido, de vacaciones en el imperio, podía pensar cualquier cosa ante una frase tan ambigua. Pero ella no era persona de escándalos, así que no ensayé especulaciones y le escribí a mi primo: “¿Qué pasó?”. Y entonces vino la frase estremecedora: “¡La mataron anoche!”. Fue un corrientazo eléctrico. Abrí el Twitter y no había prácticamente otra noticia. La red social era un estupor gigante. Me brotaron dos palabras, ahogadas de pánico: “¡Dios mío!”. Fueron apenas un susurro, pero contenían tanto asombro que despertaron a mi pareja. Cuando le conté a Mariaca que su amiga y ex-compañera de trabajo había sido asesinada atrozmente – junto con su esposo- en una carretera venezolana, el dolor se convirtió en nuestro compañero de viaje. Desde entonces, hay un crujido que no cesa. No es difícil imaginar el terror que vivieron Mónica y Henry. La sorpresa ante la aparición de los delincuentes. La impulsiva reacción de encerrarse en el carro y agazaparse