El mes más largo

El país tiene hoy la voz altisonante del caos. Perdigones y balas atravesando pieles humanas, solo eso ha cruzado el aire en estos días. La imagen de una mujer militar golpeando ferozmente, con su casco, el rostro de una manifestante que yace en el suelo se ha convertido en un documento escalofriante. La anécdota trágica de cada muerte: la sonrisa destrozada de Bassil Da Costa, el motorizado degollado por una barricada; la reina de belleza fulminada por una bala inequívoca. Siguen las muertes. El conteo de los heridos. Los estudiantes torturados con electricidad y miedo. Mientras tanto: el poder baila y reprime. El poder miente y dispara. El poder hunde sus uñas y grita carnaval. La televisión voltea la mirada a ninguna parte. Los árboles se asfixian con la gente que huye bajo nubes lacrimógenas. Un estudiante aparta su vergüenza y denuncia haber sido violado por un fusil. El poder no le cree y esconde el fusil. El saqueo abre las santamarías. El insomnio nos cocina los ojos. Violencia es hoy el atroz sustantivo que nos define. Y dolor, el sitio por donde deambula nuestro ánimo