El aniversario de los testarudos

Kapucinski dijo una vez que “la gente común conoce la historia del mundo a través de los grandes medios”. Por eso quiero empezar estas líneas con una infidencia que garantizo muy poco original: yo aprendí a leer al país a través de las páginas de El Nacional. Mi primer acercamiento a la tinta de un periódico tenía su logo, su nombre, su modo. Porque los periódicos tienen, sí, un modo de ser, una personalidad, una manera de conversar con sus lectores.

Yo podría dejar en claro mi apego por El Nacional a través de un copioso anecdotario. Refrendar la necesaria rutina de comprarlo todos los días. Intentar una lista de los grandes periodistas que han transcurrido a través de sus páginas. Hablar también del imprescindible Zapata, de la inolvidable columna de Cabrujas, de las irreverentes entrevistas de Nelson Hyppolite Ortega y Elizabeth Fuentes, de la camada de invalorables articulistas que han alimentado sus folios. Y pienso, por ejemplo, en el lirismo de Adriano González León, en la mordacidad de Juan Nuño, en la mirada analítica de nombres como Simón Alberto Consalvi, Milagros Socorro, Alberto Barrera Tzyska, Elías Pino Iturrieta o Tulio Hernández. El inventario es mucho más extenso