Pero tenemos Tania

Vamos por la carretera de Nirgua. En el paisaje triunfa cierto aire a desolación. A asunto no terminado. A pueblo que iba a ser y no fue. Un letrero anuncia con pompa el nombre de un comedero: “Restaurant: Talento, Clase y Estilo”. En el vehículo, nos vemos con desconcierto. Alrededor solo hay un vertedero de basura, dos perros que muestran el costillar, monte y orfandad. Al rato, otro letrero más honesto nos hace su oferta: “Sopa, Seco y Jugo”. A 50 metros, un nuevo negocio: “Dios oye, venta de empanadas”. Tanto misticismo nos intimida y seguimos. Un rancho en ruinas, a orilla del camino, ostenta un cartel: “Se vende”. Faltaría agregar: “Verlo es comprarlo», tal como reza la literatura del ramo.