Esa vieja música

Siempre he pensado que la mejor prueba de nuestra soledad es la cédula de identidad. Ahí estamos como somos: solos. Y, de paso, con muy poca fotogenia. En esa opaca foto nadie aparece abrazado a su pareja, o reunido en un gran sofá con padres, tíos y primos, ni siquiera con un buen amigo que haya tenido a bien acompañarte. Esa es la verdad más rotunda que poseemos, la que cargamos escondida en la cartera: somos unos solitarios.