Cuatro hombres y una escalera
Treinta segundos dura el video. Bastaron cuatro hombres y una escalera para demostrar que el comandante eterno no lo era tanto. Que era más un adjetivo, una hipérbole, un exceso del idioma. No se necesitó de más gente. En el video se ve a uno de esos hombres sosteniendo un pequeño andamio sobre el que se apoya la escalera. Otro está más arriba, la mano izquierda asegurando la estabilidad de la misma, el brazo derecho abrazado al abdomen de la columna, para evitar un traspiés. Abajo, un tercero alumbrando el punto de enganche del cordel. Y en lo más alto, el que le tocó el instante protagónico de la faena. Lo vemos cómo saca de su bolsillo trasero un alicate, se afana con el cordel, intenta quebrarlo dos, tres, varias veces, le da un tirón violento, y luego otro, y otro. Hasta que cede.