La inesperada simpatía por el diablo

​Hay lugares donde la historia avanza. El enemigo número uno de la revolución cubana aterrizó el 20 de marzo en el aeropuerto de La Habana, paseó por sus calles, entró en su hermosa catedral, se tomó una foto en la Plaza de la Revolución (con el Che de paisaje de fondo), comió en un conocido paladar, entonó sus palabras en el Gran Teatro, disfrutó de un juego de beisbol en el principal estadio de la isla, en fin, estuvo a sus largas y anchas, como sólo lo puede hacer alguien que es esperado con los brazos abiertos. El enemigo número uno, digámosle Goliat, se dio incansables apretones de mano con el supuesto David latinoamericano. “Dialogar”, “promover vínculos”, “estrechar acercamientos”, “dar pasos en común”, “reconstruir puentes”, todo eso lo verbalizó Raúl Castro en el discurso que dio junto a Barack Obama frente a la prensa internacional.