¿De dónde agarrarse?

Estamos cayendo al vacío. No hablo de la crisis económica, que ya es noticia vieja. Hablo del ánimo. Del entusiasmo para seguir apostando por el país. Quedan pocos metros de reserva. Es la consecuencia natural del derrumbe colectivo. Pero mientras nuestro cuerpo siga de pie, algo podemos hacer. Hay que ayudar a la mente. Atender su quejumbre. Sabemos que una densa calima ha penetrado sus pasillos. El optimismo se nos ha constipado. En la mente, ahí está ocurriendo nuestro principal desastre. Ella tiene clara la magnitud del descalabro. Los antidepresivos, los pocos que quedan, no alcanzan para barrer con el desánimo. Hay que apostar por estimulantes que no suelen ubicarse en las farmacias. Es una estrategia. Puede que funcione.