Entre excesos y desvaríos

Los venezolanos nunca olvidaremos el vértigo de estos tiempos. El país envejece más rápidamente que nosotros. Es lógico, los excesos desgastan. Y este es un mapa borracho de violencia, torpeza y deshora. Ya ni se alimenta bien. Pasa horas al sol, como un lagarto prehistórico, en colas que se agigantan. El agotamiento también es una arruga. Todo le ocurre con sobresalto. La noticia, en esta latitud, es un río salvaje que revuelve y estalla de un lado a otro. El único motor productivo que está funcionando en Venezuela es la fábrica de malas noticias.
Somos un país avejentado por el absurdo.