Contra la desesperanza

A nadie le gusta lo que ocurre hoy en Venezuela. Ni siquiera a los líderes de la revolución, por más que lo disimulen. Ni a sus afiliados a sueldo. La vida no es así. No como se conjuga hoy. Esta desazón cotidiana. Este asunto exasperante que es alimentarse. Este bingo extremo que es salir a la calle y rogar que la muerte no cante tu nombre en la próxima esquina. Este tajo de enfermarse y entrar en el galpón de los desdeñados. Esa turbulencia que es la falta de luz. Este disturbio de malas noticias que hoy definen al país.

Hemos sido invadidos por los bárbaros y ahora sufrimos una nueva invasión, la de la desesperanza. Hay que decirlo: los venezolanos estamos heridos. Tenemos sangre en el ánimo. Hemos recibido una ráfaga de disparos en el optimismo. La fragua ha sido muy extensa. Nos hemos caído y levantado muchas veces en estos 17 años del fallido y trágico experimento político de Hugo Chávez. La democracia ha ensayado múltiples cartas para recuperar su espacio. Marchas, protestas, huelgas, elecciones, paros, firmas, revocatorios, resistencia civil y más elecciones. Casi todo se ha hecho. Incluso, lo indebido y lo torpe. Pero los bárbaros han resistido con las armas del fraude y la coacción. Y mientras tanto, los desatinos de su incompetencia y dogmatismo han aproximado al país a la hora de los desahuciados.

Hoy, la población ha entendido el tamaño de la estafa. La redención de los excluidos nunca ocurrió. Por eso el revocatorio es tan importante. Por eso los bárbaros -en riesgo de perder el poder- ejercen su furia. El autoritarismo grita su sinrazón. Lo que debe llamarse dictadura comienza a serlo sin rodeos.