«Ese carajito aquí no entra»

Uno sigue sin entender eso que llaman la revolución. Confieso que me declaro incompetente. No me alcanzan las neuronas. No logro entender qué tienen de revolucionaria la arrogancia y la indolencia. No concibo cómo se empeñan en negar lo obvio. Resulta cínico e inútil el manto de silencio que intentan colocar sobre un tema que alcanza cotas de tragedia: la escasez de insumos médicos para atender a la población enferma que plena los hospitales públicos. Saben que no hay mayores recursos, que los médicos y enfermeras se intoxican de impotencia, que a veces pacientes y doctores tienen que trancar calles para hacerse oír. Y nada. Solo hay algodones. Algodones en los oídos del gobierno. Hasta la ONU le pidió públicamente, con un tono que invocaba compasión, que aceptara la ayuda humanitaria. Nada. Como piedras. Una indolencia tan recurrente que sobrepasa la crueldad. Todo para no aceptar públicamente la magnitud del derrumbe de la salud en Venezuela.