¿Diálogo o monólogo?

Hay una severa impaciencia en cada uno de los venezolanos. Y se entiende. Es lógico. El país se encuentra en estado febril, con peligrosas convulsiones a cada tanto y síntomas de entrar en estado de coma si no se hace algo con urgencia de paramédico. Por eso el ojo con el que evaluamos cada evento político que ocurre es más crítico que reflexivo, más sentencioso que tolerante. Por eso a muchos les perturba cualquier posibilidad de diálogo. Prefieren el monólogo de sus convicciones. Y desde allí, disparan dardos de todo calibre, condenan, insultan, desechan. Sin duda, en un diálogo es importante el carácter de los involucrados. Pero si para sentarnos a resolver un conflicto vamos a exigir un interlocutor sin tacha, sin sonrisa aviesa o urdimbre de traidor, necesitaremos otro diálogo previo.