La política como espectáculo

Aún no salgo de mi asombro. El país entero esperaba el pronunciamiento de la MUD el lunes pasado. La expectativa era absoluta. Mas aún, porque el fin de semana previo la MUD había hecho algo inédito, inesperado, como fue convocar a diversos sectores de la sociedad civil para exponerles su propuesta y a la vez, escuchar opiniones, sopesar ideas, alimentar el contenido que se urdía en esas horas claves. Es tradición: los políticos prefieren hablar, les cuesta escuchar. Eso los hace muchas veces distanciarse del pulso real de la calle, patinar sobre el fango de su soberbia, perder el norte dentro de la brújula. Por eso fue tan bien recibida la noticia de que la MUD abriría sus puertas a otras voces. Y, efectivamente, así ocurrió. Reunidos en un salón del Hotel Pestana, en Caracas, miembros de las distintas toldas políticas estaban allí, sentados, atiborrados de café y agua, recibiendo el desfile de opiniones y sugerencias de distintos sectores de este complejísimo país. Yo mismo tuve la oportunidad de ser invitado, de dejar caer algunas ideas, de proponer matices o ángulos de la realidad que podrían obviarse con facilidad en la vorágine de los hechos. Insisto, muchas veces he sido convocado a tertulias políticas y generalmente uno los oye monologar sin pausa, y termina con la sensación de haber sido solo audiencia, público en primera fila, sin más utilidad que ser receptor y no interlocutor.