El estorbo

A Nicolás Maduro la realidad se le está convirtiendo en un estorbo. Que el día comience ya debe ser para él una noticia desalentadora, un punto en contra. Abrir los ojos, incorporarse –sí, pesadamente-, asomarse al hueco fiscal, a la cuneta donde siguen los precios del petróleo, ver de lejos las colas de la gente en los abastos y mercados, implacables, eternas. Es como para arruinarle el bostezo a cualquier camarada en ejercicio del poder. Como para que le circulen por el cerebro pensamientos de todo calibre. Es que la gente sí come, ¡dios mío! ¿Y si por decreto elimino uno de los tres golpes diarios? La cena, por ejemplo, y así todos adelgazamos. Como sugieren los médicos: “desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo”. Listo. Genial. Un beneficio más para la población. Que se sumaría al que bien resaltó Jacqueline Farías, (¡Oh, salve, reina del exabrupto!), que gracias a la desaparición del azúcar el venezolano es ahora más desabrido, sí, pero más sano. ¿Y qué tal otro decreto que prohíba tener hambre y enfermarse? Así zanjamos dos problemas que hacen demasiado ruido en la prensa internacional. Qué vaina con la realidad.