Una pequeña propuesta

Un día de silencio. Eso quisiera proponer. Un día de abstinencia verbal. Un momento de introspección política. Una jornada de reflexión. Que afuera quede el rumor, los dicterios, la voz reactiva, el disparo desde la cintura. Que callen por 24 horas los discursos encendidos, la arrogancia, la estridencia. Incluso las voces asertivas. Que la lucidez se convierta en pausa. Tanta sabiduría, que se oculte un poco. Total, ya nadie entiende nada. Ya todo clama por su propia inutilidad. La confusión y el desconcierto son los anfitriones de la escena nacional.

Un día para dejar de gritarnos. Un día sin cuchillos en la prosa. Prohibidos los insultos en 140 caracteres. Clausurada la rabia digital. Abajo las emboscadas. Buscar un rincón de reposo. Una almohada contra la furia. Suspendidos los monólogos. Para oírnos, mejor detenernos en una pared blanca.