Sin argumentos

Así andamos en estos días los que presumimos (o pecamos) de ser unos optimistas crónicos. Nos quedamos con los bolsillos vacíos. Sin argumentos para rebatir a los de talante apocalíptico. Sin evidencias de mejoría o cambio en el penumbroso horizonte que está ante nuestros ojos. Queda demostrado, cada día, con rigurosa exactitud, que en este país la palabra “asombro” es un espacio más grande que la imaginación y la propia geografía nacional. Cabe de todo en el asombro cotidiano. Cabe el estupor ante las masacres de Barlovento, Cariaco y Tumeremo (que no se nos olvide ninguna). Uno se asombra ante la vertical velocidad del dólar paralelo. Uno anda boquiabierto ante el dólar escándalo, el dólar absurdo, el dólar ilógico que hoy destroza nuestros ahorros. Y también asombra que la reacción oficial, la única respuesta del régimen, sean solo las cansinas e irresponsables declaraciones de siempre. Asombra que se endose la responsabilidad de la debacle económica a un ciudadano venezolano que en sus ratos de ocio juega a un mortal casino llamado Dólar Today. ¿Puede más un empleado de un remoto Home Depot que todo el fulgurante gabinete económico de la nomenklatura revolucionaria?