¿Feliz Navidad en dictadura?

Comienzo por citar un reciente tuit del periodista Pedro García Otero: «Este hombre tiene alma de esbirro. No hay un día que no amenace con cárcel a alguien». Se refiere a Nicolás Maduro, obviamente. El mismo que hace pocos meses se ufanaba de los «consejos» que generosamente le había dado el autoritario presidente turco Tayyip Erdogan, quien ha demostrado con creces su espíritu represivo. A estas alturas, son muchas las anécdotas del mismo talante que pueden compartir. Ya el Foro Penal Venezolano y otras ONG lo han ratificado: desde que Maduro llegó al poder ha aumentado ostensiblemente la represión en Venezuela. Y, efectivamente, el estribillo favorito de Maduro es ese: la cárcel. Cada descalabro de su gestión -y vaya que son frecuentes- se lo endosa siempre a alguien más. Es un reflejo automático. Y entonces se enfurece, escupe tesis des-cabelladas, gruñe insultos, patalea y termina arrojando a alguien al calabozo. Su mediocridad la convierte en presos. Su ineptitud o estrategia (marque usted con una equis) es un atentado permanente contra la libertad y bienestar de los venezolanos. Colapsa la tecnología de los puntos de venta (por razones de todos sabidas), y grita “!complot, conspiración, golpe de estado!” y encarcela a los directivos de Credicard.