La oscura fiesta del odio
La borrachera es colectiva. La mal llamada revolución bolivariana terminó inoculando su rabia originaria al país entero. El resentimiento, que es el alimento estructural del chavismo, sustentado en el oxidado argumento de la “lucha de clases”, ha mutado en un monstruo de múltiples perfiles. Hoy en Venezuela el odio campea a sus anchas. Se odia al distinto y al cercano, se odia de norte a sur, en público y privado, a vecinos y viejos amigos, a compañeros de trabajo o de generación. Pocos escapan a la turbia borrachera. El denominado escrache es el nuevo punto de inflexión. Sin duda, abonado por el régimen durante ya casi dos décadas de acoso a la empresa privada, saqueos al erario público, expropiaciones indebidas, corrupción vergonzosa y satanización de las clases media y alta. Se comenzaron a dispensar etiquetas de odio como “escuálido”, “apátrida” u “oligarca”, para hacer breve el inventario. Pasado el tiempo, la revancha devolvió sus reflejos. Y hoy somos este desastre.