Entre balas y libertad
Así anda la vida nuestra. Entre balas de represión y un afán indeclinable de libertad. Hay una gran dosis de país volcado en las calles. Una avalancha de indignación. Ya son más de dos meses de calle, vehemencia, represión y muerte. El caos represivo anda de esquina en esquina con su gramática asesina. Las noticias vomitan a toda hora una realidad humeante. Eso somos hoy: asunto crudo y duro. Se ha vuelto rutina alzar la voz y esperar el golpe. Decir basta y esquivar los perdigones, huir de las nubes tóxicas, espantar la metralla. Se ha vuelto rutina correr a cualquier parte para así poder volver. La libertad es una palabra costosa. Cuesta sangre, miedo, templanza, persistencia. Hoy la calle abre sus brazos para recibir bocanadas inmensas de gente. La calle anda llena de moretones. Si uniéramos todos los kilómetros que han caminado los venezolanos manifestando su repudio al dictador nos sorprendería la distancia, la magnitud de nuestra queja. A pesar de eso, se nos hace untuoso el paso por una larga mancha de aceite que se llama incertidumbre. Hoy ser venezolano es ser una incertidumbre. Hoy no parece haber final para la rabia, pero tampoco para la determinación.