Todo es demasiado
La crisis venezolana es un largo quejido que cumple ya dieciocho años de edad. Es una crisis adulta. Una crisis que pide a gritos ser resuelta cuanto antes. Una crisis que no acepta seguir envejeciendo. Es mucha la sangre derramada. Mucha la tumba abierta. Son incontables los hogares rotos, los negocios saqueados, los años perdidos. Ya todo es demasiado.
En todo este tiempo, la sociedad civil ha ejercido todas las opciones posibles de protesta, ha luchado tenazmente por sus derechos y ha resistido los embates más crueles e irracionales por parte del régimen. Ha ido a cualquier cantidad de elecciones, siempre en estado general de sospecha todas ellas. (Hasta que nos convertimos en magnitud y ya no hay trampa que sirva. Solo les queda –lo sabemos- no hacer elecciones). Ha firmado planillas, manifiestos, remitidos. Ha llenado las calles con una persistencia abrumadora. Se han tapizado las esquinas del mundo con nuestro llamado de auxilio. Se han coreado cualquier cantidad de consignas, himnos y arengas a voz en cuello. Se han escrito libros, artículos, crónicas, reportajes, canciones.