Somos lo accesorio
Hay una condena mundial, estruendosa, a la dictadura de Nicolas Maduro, nuestro Erdogan tropical. Ya en los noticieros de USA hablan de él como «el dictador». Se acabaron los eufemismos y las buenas maneras. Los voceros del gobierno norteamericano lo mencionan todos los días con frases que destilan repulsión. Al mismo tiempo, cada vez se suman más jefes de estado y cancilleres de la región a decir las cosas por el nombre que merecen. Pero dictadura que se respete no se detiene en pudores y escrúpulos. Hay una asamblea elegida por todo el país y ellos la sacan a patadas eligiendo la suya en unas elecciones donde hasta la compañía que puso las máquinas dijo que eran tan falsas como la muerte del billete de 100 Bs. No les importa el tamaño del desprestigio. No parpadean cuando se les tilda de asesinos y torturadores. Se regalan espadas de Bolívar cuando los sancionan internacionalmente. Se reúnen en pequeños mítines celebratorios cuando los catalogan de narcotraficantes. Irrumpen como bandoleros ebrios de violencia en el espacio más sagrado de la República.