Prohibido el odio

Amanecieron ojerosos de tanto pensar en una solución. ¿Cómo callar la cólera que surca al país de cabo a rabo? ¿Cómo ponerle una sordina a la indignación nacional? Y entonces propusieron una “ley contra el odio y la violencia política”. Ahora, en Venezuela, el odio será un crimen cuya pena puede ser de 15 a 25 años de cárcel. Hay una falla de origen en tal propósito. Según la hoy todopoderosa Delcy Rodríguez el axioma es sencillo: si odias, eres de oposición. Es una ley de costuras gruesas diseñada para que el miedo enmudezca tanto dolor convertido en furia. Toda manifestación de “intolerancia”, todo insulto, todo juicio de valor ético a cualquier camarada será sancionado. Todo aquello que genere “caos y zozobra en la población” será considerado un crimen de odio. La ley desborda cinismo a manos llenas. Ellos, los dueños del poder y las armas, los protagonistas de la represión más salvaje que ha vivido el país, son ahora las víctimas. Gente pura y santa henchida de bondad para con el prójimo.

Y sí, pareciera que hay mucho odio derramado en todas partes. Pero, ¿quién trajo las semillas? ¿Quién lo ha cultivado con tanta persistencia?