Desde la urgencia
Nunca había sido tan difícil ser venezolano. Uno se mueve dentro de la palabra y solo hay dolor y espinas. Nos han apedreado el gentilicio de una manera abrumadora. De tanto gritar patria, con los labios goteando veneno, la dictadura ha roto las costuras más íntimas del mapa. Vaya forma de demoler el alma nacional. Vaya manera de hacernos famosos en el mundo entero. Ya no sabemos de autoestima ni confianza. La esperanza supura sangre en sus bordes. Algunos aseguran que ya no puede ser peor, pero en realidad sabemos que la cebolla tiene aún capas más oscuras. El país avanza a pie firme en su proceso final de destrucción. El régimen argumenta que es una potencia, un orgullo, un hito, mientras asesina y encarcela puñados de gente. Proclama el advenimiento del paraíso terrenal y en simultáneo nos convierte en éxodo. Habla de emancipación mientras arruina cada metro cuadrado del país. Dice abajo el imperialismo y se eleva el hambre. Grita “prohibido el odio” y lo que se escucha es “viva la venganza”. Cada rodilla en tierra significa bienvenidos a la sumisión. Si el régimen fuera sincero promocionaría una franela que dijera “Patria o muerte del opositor”.