El dilema del voto

Nunca he dejado de votar. Ni siquiera en los eventos electorales donde sé que mi candidato será derrotado. Ni siquiera cuando el régimen ha diseñado todas las estrategias posibles para neutralizar el voto opositor. Ni siquiera con Tibisay Lucena presidiendo el CNE, aviesa e irreversible. Ni siquiera sabiendo que Jorge Rodríguez es su verdadero jefe. No acepto renunciar a mi derecho ciudadano. No me da la gana. No pienso darles el gusto. No me voy a quedar rezongando mi ira solo por las redes sociales. No tolero resignarme. Ni convertirme en silencio. Porque eso es abstenerse. Abstenerse es callarse. Desaparecer. No expresar tu parecer. Es dejar que la dictadura juegue sola y fácil. Es allanarles el camino, dejarles la puerta franca para prolongar el saqueo. No hay mejor guarimba contra el avance de la dictadura que millones de ciudadanos plantados en los centros de votación. Digo, por los que estuvieron en tantos plantones y hoy se sienten decepcionados por el resultado. No hay mejor trancazo que millones de boletas electorales rechazando esa tragedia que ha sido el chavismo en nuestras vidas.