Lo que queda
No hay mucho más que decir. Hemos tenido un año realmente triste. El absurdo nos ha tomado por asalto. Cada acontecimiento político supera al anterior en su patetismo. Hay una sensación de náusea generalizada. Somos un país estafado por los cuatro costados. Un objeto de burla masiva. Una calle ciega y podrida. Como si aparte de registrar la basura para conseguir algo de comer, el venezolano sintiera que el propio aire que respira también es basura. El inventario de exabruptos y desatinos se ha mezclado con lo canallesco. Parecemos ratones de laboratorio bajo un experimento que busca precisar cuánta decepción es capaz de tolerar una sociedad entera. Se nos ha empozado el alma en un charco que tiende a expandirse cada día más. ¿A qué asirnos? ¿Hacia dónde mirar? ¿Terminamos de darle de baja a la esperanza? ¿El capítulo que nos queda es el «sálvese quién pueda»? ¿Ahora se trata del «todos contra todos»? Me niego a aceptarlo. Me doy de bruces contra mi propio desánimo. Le grito. Le exijo una reacción.