La orfandad
Pasan los días y se agrava el vacío. Se incrementa la parálisis de la oposición. Más aún, la zanja de sus heridas. Pasan los días y el régimen aprovecha el cisma para proponer elecciones de lo que sea, cuando hace apenas tres meses evitaba el tema a toda costa. Al ritmo que vamos, Tibisay Lucena puede convocar las presidenciales para el próximo domingo, y así darnos el tiro de gracia, aprovechando la aparatosa fractura de la Unidad. Hoy, la recién galardonada oposición –vaya ironía- semeja a un boxeador que venía acumulando puntos en cada round, que el público aupaba cada vez con más entusiasmo y, de repente, gracias a una suma de clásicas y nuevas artimañas de su contendor –inescrupuloso in extremis, con hojillas ocultas en sus guantes y compadre del árbitro – ha recibido un estruendoso jab que lo tiene groggy, tambaleante, con la mirada borrosa y sin siquiera saber cómo regresar a su esquina. Pasan los días y el país profundiza sus tragedias. Y ya para qué enumerarlas. Todos sabemos lo que es hoy Venezuela. El mundo lo sabe. Hemos entrado, entonces, en el territorio de la orfandad absoluta.