Errantes
Estamos en todas partes. Diseminados por el mundo. Como una mancha de aceite que se expande sin remedio. Cada escupitajo del régimen a la Constitución y cada fracaso del liderazgo opositor traen una consecuencia inmediata: depresión y estampida. Más gente huyendo del país. Y huir es el verbo adecuado. Porque la dictadura ha ido acerando sus colmillos y con ello el trágico deterioro de la vida en Venezuela. Son tantas la nubes de emigrantes que nos hemos vuelto un tema incómodo en otros países. En ciertos aeropuertos nos maltratan, nos devuelven, nos deportan. Pero aún así, se está yendo gente que ni siquiera tiene las condiciones mínimas para hacerlo. A contravía. Sin ahorros, sin empleo seguro, sin hogar preciso. Huyen a ciegas.
En la Avenida Fuerzas Armadas, en pleno centro de Caracas, se encuentra el terminal de autobuses “Rutas de América”. De allí salen unidades repletas de venezolanos que eligen destinos, muchas veces, al azar. Gente que decide irse a Cúcuta, Bogotá, Lima, Guayaquil, Quito, La Paz o Santiago de Chile. Ya ahí, en las Fuerzas Armadas, se ven más escenas de despedidas que en el propio aeropuerto internacional de Maiquetía.