Calladamente

El famoso narrador hablaba solo de los libros que compraba o eventualmente escribía. Exhibía fotos de sus perros y esquinas de sus mujeres. Mostraba su sonrisa en todas las redes sociales. Se sospecha que leía la prensa con los ojos cerrados.

El novelista se volvió analfabeta de la desgracia colectiva que lo rodeaba. Disimulaba día y noche. Se arropaba los ojos con libros de ciencia ficción. Escondía las frases combativas en el rincón más remoto de su silencio. Dicen algunos que se quedó sin nariz. Ni los muertos de la dictadura ni los presos existían en su vocabulario, en sus declaraciones públicas, en sus recitales a la eternidad. No percibía la podredumbre. Su cielo era el único azul a cientos de kilómetros a la redonda.