El poeta y escritor venezolano, radicado en Miami, rompió récord en Netflix con la serie «Pálpito», que se apresta a estrenar su segunda temporada
Dulce María Ramos/ El Universal – 22/01/2023 01:00 am
Leonardo Padrón es en esencia poeta, caminó por los pasillos de la Escuela de Letras de la UCAB y perteneció al grupo Guaire; sin embargo, su talento le permitió contar historias y hoy sus telenovelas forman parte del imaginario colectivo venezolano. Hace cinco años tuvo que dejar el país, lugar donde desea morir; ahora, su pluma conquista otros mercados con una de las producciones en español más vistas de 2022: Pálpito, protagonizada por Ana Lucía Domínguez, Sebastián Martínez y Michel Brown, transmitida por la plataforma de Netflix y que pronto tendrá su segunda temporada: “Pálpito es una amalgama de géneros y eso hizo que llegara a públicos tan diversos. El éxito siempre es un misterio”.
-Uno de los personajes de mayor impacto de Pálpito ha sido Cárdenas, el cual le permite reflexionar sobre la política y la corrupción.
-Desde hace muchos años he asociado mi discurso televisivo a una reflexión sobre el poder. Me ha parecido pertinente usar esa vitrina para entender cómo las sociedades latinoamericanas terminan torciendo sus posibilidades y destino a la hora de elegir a las personas que gerencian el país, sucumbiendo a esa melodía recurrente de los últimos años: el populismo. Lo hice en Cosita Rica, Ciudad Bendita, también en una telenovela para Univisión y Televisa llamada Si nos dejan, una adaptación de Señora Isabel. Ahora en una vitrina tan poderosa como Netflix quería seguir indagando en esa reflexión, en esa inquietud como ciudadano latinoamericano, por qué la sociedad se envilece ante los populistas: personas que no tienen la mayor consistencia intelectual, que fácilmente se asocian con la corrupción o se vinculan con el crimen organizado, en el caso de Pálpito con el tráfico de órganos.
-Y qué piensa del nuevo mapa político latinoamericano.
-En los últimos años se ha vuelto a teñir de rojo el continente latinoamericano, no deja de ser inquietante y no deja de arrojar reflexiones sobre la democracia. Debemos hacer reflexiones profundas sobre la democracia, es el sistema político ideal, pero no necesariamente perfecto. Que las mayorías decidan sobre el destino de toda una sociedad entraña sus riesgos; generalmente las mayorías, donde hay tantas desigualdades sociales, son proclives a ser seducidas bajo ofertas engañosas, prometiéndoles el paraíso perdido. Nuestras sociedades cada vez están más polarizadas.
-¿En algún momento tocará el tema de los migrantes?
-Es uno de los temas que más me inquietan, en especial lo que está ocurriendo con nuestros connacionales, aquí ha llegado una cantidad de personas impensable que han cruzado la selva del Darién, son unas historias infernales. La mejor manera de poner un tema bajo la lupa de la sociedad es a través de la ficción, nuestro país se ha ido salpicando de historias de migración signadas por la tragedia, la muerte y la desolación. Es una asignatura pendiente.
-Su último libro Tiempos feroces, recopila crónicas sobre una Venezuela que parece lejana. ¿Cómo percibe hoy al país?
-Debo reconocer la estrategia brillante de incubar la frase “Venezuela se está arreglando”, la estrategia funcionó entre comillas, no se siente la tragedia, pero creo que es criminal sustentar esa tesis, inaceptable asumir una lectura tan epidérmica de la complejidad de nuestra realidad social.
-Y hablando sobre el poder, ¿hasta qué punto fue útil cuando trabajó en la televisión venezolana?
-Es una pregunta particular, lo veo más que fue un privilegio para armar los elencos de alguna manera a mi gusto, los ejecutivos confiaron mucho en mi criterio y la oportunidad de hacer superproducciones con los mejores actores y personal técnico. Siempre traté, dentro de mi nicho de posibilidades, de enriquecer el contenido de la televisión venezolana. Cuando reactivé mi oficio afuera, en Televisa, me tocó trabajar con una cuota de poder absolutamente disminuida. De alguna manera, Netflix me ha devuelto esa posibilidad de contar mis historias, de poder armar mi elenco, se privilegia mucho la figura del escritor.
-Veo al fondo su biblioteca.
-La biblioteca que ves es pequeña. Mi biblioteca en Caracas tiene más de cuatro mil libros. En una ciudad como Miami que tiene pocas librerías, y menos libros en español, he ido construyéndola de nuevo en mis viajes a Ciudad de México y Madrid, y por supuesto Amazon. En la Feria del Libro de Madrid volví a comprar Poeta en Nueva York de Federico García Lorca, El oficio de vivir de Cesare Pavese, la poesía de Emily Dickinson y Antonio Gamoneda. Son libros de consulta diaria, libros, como diría Laura Restrepo, a los que les rezo con devoción y necesitaba tenerlos de nuevo cerca. Es parte de la reconstrucción de la vida en ese territorio de incertidumbre y de neblina que es el exilio.
-En este exilio falleció su madre.
-Perdí a mis dos madres: la biológica y mi tierra. Hay una sensación de orfandad inevitable y debes domesticarla para que no imponga su letra sobre ti, internalizarla, hacerla cotidiana, adquirir otros sentidos de pertenencia. Es parte del farragoso libreto que entraña el exilio.
-¿Qué ha pasado con Leonardo Padrón, el poeta?
-La poesía está allí, nunca la he abandonado. Tengo un cuaderno de notas donde voy escribiendo gérmenes de poemas. Una de las virtudes del poema es que no exige prisa, al contrario, exige paciencia. En cualquier momento saldrá un libro.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Leonardo Padrón?
-Existen dos ventanas: la literal y la metafórica. Pasó horas detrás de una pantalla escribiendo, cuando giro el rostro necesito tener una vista amplia, tener mucho horizonte sobre mis ojos. En Caracas siempre trataba que en mi ventana cupiera la ciudad entera y por supuesto el Ávila. Aquí en Miami, tengo la vista del agua, del océano. Ahora mi ventana metafórica sigue viendo hacia el país, hacia el regreso, hacia esa maravillosa incertidumbre que te genera la creación.
@DulceMRamosR