Leonardo
Padrón

«Al poder no le queda otra estrategia que huir de cualquier evento electoral»

Chefi Borzacchini
Domingo, 23 de Abril de 2017 a las 11:44 a.m.

Leonardo Padrón proclama que «la poesía y el arte salvan». En plena crisis, grabó un video en exclusiva para Contrapunto, que es una lectura de sus versos compilados en el libro «Contracanto. Poesía reunida (1979-2011)», que acompaña esta entrevista

 

Quien no conozca su escritura, sus poemas, sus libros, no tendrá que hacer mayores esfuerzos para llegar a su producción literaria. Quien no le conozca a él, como personaje de la cultura y venezolano, igualmente no tendrá que buscar muchas referencias. Sus versos, artículos de opinión, crónicas de lo que ocurre en este país, o sus telenovelas, entrevistas, incluso hasta un reciente y exitoso espectáculo teatral, hablan por Leonardo Padrón.

Escribo este preámbulo a la extensa entrevista que nos reencuentra, porque cuando llegó a la redacción de Contrapunto no hice ninguna presentación de nuestro invitado. Por igual, desde el compañero Leo, quien nos apoya en el transporte, hasta la señora Carmen, quien con diligencia y cariño nos atiende regalándonos un vaso de agua o sabroso café, rápidamente saludan al poeta así como uno a uno de nuestros jóvenes periodistas, administradores, chicos de tecnología o las muchachas de publicidad y mercadeo.

Una vez que terminaron los saludos, todos quisieron presenciar la lectura poética comentada que en exclusiva Padrón grabó para nuestro canal y que podrán ustedes escuchar a través del link al final de esta entrevista, en la que abordamos cuatro temas: su poesía y producción editorial dedicada a varios géneros; sus opiniones sobre política y la actual crisis venezolana; su análisis de la actividad cultural, artística y televisiva en el país, y su sentir como venezolano.

De entrada hay que decir que este hombre de casi 58 años de edad, ha invertido la mayor porción de su talento en la poesía. El autor de seis poemarios, que ahora se han condensado en uno solo, Contracanto. Poesía reunida (1979 -2011), editado recientemente por Seix Barral, ha tenido al amor y a la ciudad como los temas centrales de su obra poética. Desde su primer poemario, La orilla encendida (1985), reconocido con el Premio Poesía de la UCAB (1981) -universidad donde se graduó de Licenciado en Letras y comenzó su labor como profesor-, hasta en Balada (1993) -uno de sus libros “hits”-, Tatuaje (2000), Boulevard (2002), El amor tóxico (2005) y también en Los materiales humanos (antología poética, 2010) hasta llegar a Métodos de la lluvia (2011).

–El amor, iniciemos con el amor. ¿Cómo comienzas a asir el amor para convertirlo en palabra, y que a su vez el lector logre hacerlo suyo? Hay lectores que recitan tus versos de amor, sobre todo los de la generación de los 90 y los jóvenes de este milenio.

–Creo que más que definir mi trabajo poético en función de la experiencia amorosa, yo diría que es la revelación del universo femenino, incluso va más allá de la plenitud afectiva, porque también escribo sobre esa instancia humana que es la mujer desde su ausencia, desde mi derrota, ante su aparición o ante su partida. Entonces, en el fondo termina siendo una celebración de las leyes del universo, es decir, hay una entidad humana totalmente distinta a mí, que tiene unas curvas, unos pliegues, una manera, un olor, una sensibilidad totalmente distinta de posar ante ese acontecimiento que es la vida; y esa interrelación siempre es compleja, misteriosa, muchas veces nos sobrepasa, y uno siempre es un alumno de la experiencia amatoria, a veces un alumno al que le puede ir bien, con buenas calificaciones, pero a veces es aplazado ante la devastación amorosa. Siempre me llamó la atención codificar todo esto a través de la escritura. El amor es una de las instancias de la vida que más nos determina.

Octavio Paz decía en ese prodigioso libro El Laberinto de la Soledad, que nacemos solos y morimos solos y entre esas dos grandes soledades está la vida; y, efectivamente, como nosotros nacemos con la impronta de la soledad, por eso andamos permanentemente en la búsqueda del otro, que nos complemente y nos atenúe el desarraigo existencial que tenemos. Por eso me importa tanto lo femenino, y me parece crucial en lo que ha sido mi travesía por este asunto que llamamos vida.

–¿Cómo aprendiste a percibir esa energía femenina dentro de ti para poder expresarla en poesía?

–Creo que quizás una de las maneras que he tenido de acercarme a lo femenino con cierta asertividad, pero que no siempre triunfa, es conectarme con mi propio femenino, y todo artista, todo escritor, le saca provecho a su femenino, porque te ayuda a leer mejor, a traducir y a descifrar ese enigma fantástico que es la mujer. No siempre es equilibrada esa relación, pero lo que no me deja de sorprender es que es interminable el proceso de conocimiento de la mujer. Escribir, para mí, ha sido, entre otras cosas, una expedición hacia lo femenino, una manera de llegar a sus orillas, en ese intento, muchas veces, caigo derrotado por las trompetas, la música del amor o caigo de pie sobre esa fiesta. En todo caso, también para mí ha sido un reto, en términos formales, tratar de narrar esa experiencia, sin sucumbir a los tópicos clásicos que se ventilan en la poesía amorosa universal. Es decir, es un territorio de mucho riesgo, donde hay adjetivos que pueden matar al poema por exceso de almíbar, donde los lugares comunes te asechan, los cliché, los ripios, en ese sentido, es hacer poesía de alto riesgo.

–La experiencia con lo femenino y el amor pueden ser deformadas o disfrazadas. ¿Al escribir un poema sientes que has sido diáfano, que ha sido una experiencia propia, o que has falsificado algo?

–Yo parto de la premisa de que la poesía no acepta mentiras, no las tolera, porque se genera un cortocircuito entre lo que quieres decir y cómo lo quieres decir; entonces la impostación siempre se nota y termina siendo un mal poema. No hay mejor fórmula que ser inmensamente auténtico con la pulsión que tienes de escribir sobre ese tema. Por ejemplo, a mí me gustó mucho la lectura que hizo Rojas Guardia de mi obra poética en el prólogo del libro Contracanto. Ahí él acota que si bien es cierto que se subrayan esos grandes universos temáticos -la mujer y la ciudad-, resalta lo que ha sido formalmente mi marca de fábrica: la devoción por la metáfora, por el poder de la imagen, porque, efectivamente, creo que la poesía, entre muchos otros aspectos, es un acto sobrenatural del idioma, es devolverlo a sus fuentes primigenias para que sea de nuevo revelación y eso solo se logra, como decía Roberto Jarroz, haciendo que dos palabras se encuentren como si fuera la primera vez, y ocurran, entonces, los chispazos, los relámpagos, electricidad sobre la página en blanco.

Versos de esquina a esquina

–Caracas, la ciudad, ¿desde cuando comenzó esa experiencia que marcó tu poesía?

–Llegué a Caracas, como certidumbre poética, a través de Nueva York. Viajé a esa ciudad norteamericana a los 18 años de edad, con un amigo, en una suerte de declaración de independencia porque íbamos a la capital del mundo, a la Gran Manzana. Ya me había leído Un Poeta en Nueva York, de García Lorca, y estaba muy sorprendido de cómo, para contar a Nueva York, Lorca tuvo que alterar toda su formación estética y apelar a imágenes delirantes, a metáforas absolutamente apocalípticas, rocambolescas, prodigiosas, muy poderosas. Y cuando yo viví la inmensa belleza poética de Nueva York, adquirí conciencia de que las grandes ciudades son categorías estéticas.

Al volver a Caracas empecé a patear profusamente la ciudad, y comencé a verla con otros ojos, incluso caminaba por los márgenes del Guaire; comencé a ver cuál era la mirada del vagabundo, un ángulo de la ciudad que ninguno de los demás ciudadanos tenemos; lo mismo que quienes moran en los sótanos de los puentes, o los ángulos e imágenes que tienen los que duermen debajo de las autopistas, que escuchan ese ronroneo de los carros, esa música citadina. Así fui tejiendo una relación casi clandestina con la ciudad y así lo traduje en la poesía.

–En tu oficio has sido cronista, biógrafo, guionista de cine y de televisión, entrevistador, articulista de opinión, columnista… ¿Qué lugar ocupa la poesía en toda esa producción escritural, o en tu caso la poesía es transversal y se cuela entre todos esos géneros?

–En todo acto de escritura que asumo llevo la poesía conmigo, como bien lo dijiste, es transversal, incluso cuando he asumido la escritura de guiones para televisión o de cine. Hace pocos meses escribí mi primer guión para teatro que es Piaf: Voz y Delirio. Me dije, voy a contar la idea, pero voy a valerme también de la poesía. Yo sentía que tenía que apelar a ella para tratar de contar el espíritu real de una artista como Piaf. Es que la poesía es una forma de ver el mundo, de leer los códigos de la cotidianidad, de ver al propio país.

Enajenación política

Como hombre del sector cultural, activo, participativo, Padrón no solo formó parte del «Grupo Guaire», que reunió a poetas de la generación de los 80, sino que además fue uno de los fundadores de la Casa de la Poesía Pérez Bonalde, institución que durante 15 años fue plataforma de la actividad poética desde Venezuela con trascendencia internacional. También el periodismo, la radio, la televisión, le han permitido llevar el pulso de la política y gestión cultural del Estado, de la pública y la privada.

–¿Qué voz y qué peso puede tener la poesía en este país convulsionado?

–Es una pregunta que no dejo de hacerme. ¿Qué hace la poesía frente al horror?, porque el manuscrito que estamos escribiendo los venezolanos es el del horror. Entonces me repito una y otra vez: la poesía nos puede salvar de este horror. Te confieso que yo todos los días tengo que leer algún poema, es como una manera de nebulizarme la sensibilidad, porque siento que tanta violencia verbal te puede envilecer el espíritu. La poesía es mi rezo y antídoto contra la pesadilla, y por eso celebro que en este país, incluso en la situación en la que estamos, se está escribiendo más que antes, porque los escritores tratan de entender o descifrar lo que está pasando.

–Los poetas han jugado un rol en toda esta polarización, de lado y lado, unos con su voz crítica, mientras que otros se han aliado con las cúpulas del poder. Recuerdo, por ejemplo, que Luis Alberto Crespo dijo que el poeta más importante de Venezuela era Chávez. ¿Qué siente un poeta cuando un funcionario o un ministro, quiere erigirse como poeta e invade un terreno que no es el suyo?

–Uno siente que este proceso ha arrasado con muchos valores en este país. A mí se me han caído figuras titulares, referentes, que yo sentía claves, medulares en mi propia formación como escritor. Luis Alberto Crespo fue uno de mis maestros y de muchos de mis contemporáneos, era el primer lector de mis libros de poesía, además, me dio dos talleres, y sería mezquino negarlo, pero es uno de nuestros grandes poetas. Entonces, cuando leo que él dijo una lisonja de ese tamaño, que Chávez ha sido el poeta más grande que ha tenido Venezuela, sentí un asombro, una perplejidad, que todavía no se apaga, porque pensé: qué vil puede ser el poder que arrasa con el espíritu más noble o más sólido. Es decir, ver al propio Crespo celebrando la poesía de Benedetti, cuando sabemos que a él no le gusta esa poesía, pero la celebra porque lo hace el régimen, es asombroso; Crespo era un purista que te hablaba de René Char, de Jacques Prevert, de otros poetas franceses exquisitos, etc, etc… es cuando lamentas mucho lo que hace el poder.

En estos días me pasó algo más fuerte: vi un post de Facebook de un compañero de mi generación, un poeta que llegó a ser funcionario del chavismo; él estaba renegando de esta etapa del régimen de Nicolás Maduro y decía: “Yo como poeta chavista… bla bla bla”, y rescataba todo el legado de Chávez. Entonces yo me pregunté: ¿poeta chavista? Yo no he visto a nadie que diga que es un poeta adeco o un poeta caprilista, o poeta social demócrata, o poeta copeyano. Un poeta es poeta y ya, no acepta adjetivos y mucho menos de tinte político. El fundamentalismo que ha pervertido todas las instancias del país llegó también a la poesía. Eso te da el sentido del nivel de devastación que ha ocurrido en Venezuela con el chavismo.

–Cuando hacen el Festival Mundial de Poesía invitan a mucha gente. ¿Alguna vez llegaste a preguntarte por qué nunca han incluido a varios de nuestros poetas más representativos? Si te invitan ¿aceptarías?

–Son tantos a quienes tendrían que invitar: a Rafael Cadenas, Igor Barreto, Yolanda Pantin, Armando Rojas Guardia, la lista es enorme. Si me hubiesen invitado a ese festival yo hubiera declinado, sin duda alguna. Yo soy adicto a las ferias de libros y a los festivales de poesía, he estado en algunos en distintas partes del mundo. Un año me asomé a la FILVEN, en los espacios del Teresa Carreño, como un simple ciudadano, como un caraqueño que va a observar, y quedé impactado porque en todas partes estaba el rostro de Chávez, o el del Ché Guevara. Y me pregunté: ¿dónde están los rostros de los escritores?. Porque si estuviese el rostro de Ana Enriqueta Terán o de Gustavo Pereira, Juan Calzadilla, del mismo Palomares, que son poetas chavistas, pero no, era solamente la exaltación de los líderes políticos. Entonces ese es un evento tendencioso en el que uno no quiere ni debe participar. Yo jamás suscribiré con mi presencia ningún acto de tal enajenación política.

–¿Hay aportes de la gestión artística y cultural de este gobierno que puedas reconocer?

–Hay algo que puedo celebrar, como lo es el precio de los libros que publican las editoriales del Estado, pero eso va en paralelo con que son nada más los contenidos que ellos deciden, es muy tendencioso. El acceso de otros sectores de la población a los productos culturales, es algo que han tenido la intención de hacerlo. He ido a obras de teatro, porque me ha interesado quienes las hacen, en el Teatro Municipal o en el Teatro Nacional, a unos precios impresionantemente populares; pero a la vez me pregunto: ¿el creador que tiene que vivir de su trabajo, estará cobrando lo que realmente merece?, porque entonces se está sembrando una justicia de un lado e implantando una injusticia en otro lado. Todo está demasiado teñido por el sectarismo ideológico.

La tragedia del país

A estás alturas de la conversación ya nadamos en las aguas de la política, de la crisis venezolana y es imposible no pulsar las reflexiones que además Padrón ha vertido en forma de crónicas, de artículos, muchos en gran parte incluidos en sus títulos Kilómetro cero (2013) y Se busca un país (2015).

–¿Cuál es en tu opinión lo más grave que le ha pasado a Venezuela en los últimos años?

–Creo que la mayor tragedia puede ser que este proceso que vivimos nació de un resentimiento social enconado, putrefacto, que terminó empoderando las miserias del venezolano. Ahora lo que prevalece en el país es el discurso de la oscuridad. Lo que más me conmociona es descubrir el tamaño del basural por el que transitamos los venezolano actualmente, nuestros rincones más sórdidos, nuestras sombras, nuestro lado siniestro; ver que el ingenio que siempre ha tenido el venezolano ahora es para robar, para expropiar, para saquear, para agredir, nos hemos vueltos tóxicos, violentos y hostiles.

–Como venezolano de a pie ¿a qué le tienes más miedo de esta crisis? ¿Qué te genera más ansiedad?

–Que hay demasiada muerte, ella es ahora la gran protagonista del país, porque oyes el discurso del poder y es un discurso de muerte, de exterminio, de batalla, de guerra, todo el glosario es bélico. De vez en cuando, por pura retórica, quienes nos gobiernan en este momento, hablan de que son gente de paz, pero te das cuenta que es mentira. La muerte ha convertido a Venezuela en su jardín preferido, y todos somos potenciales candidatos a ser asesinados, no solamente por el hampa, sino por un colectivo, por una bala perdida, por un policía enajenado, o por una enfermedad cualquiera que no te vas a poder tratar en un hospital del país.

Además, estamos en el imperio de la mediocridad, cuando aquí desterraron a la meritocracia como un elemento de ascenso social, básicamente se le dio la bienvenida a la mediocridad, entonces ves gente que ocupa roles para los que no está preparada, ministros de Economía que obviamente no saben gerenciar la economía de un país o gerentes de PDVSA que lo que han hecho es arruinar una de las empresas más sólidas que había en el planeta; profesores que no saben hablar ni dar clases; médicos graduados de una manera express e improvisada. Entonces nos hemos convertido, poco a poco, en un país de piratas.

–¿Cuál será el camino, a la luz de hoy, después de estas semanas de muertes y conflictos en las calles?

–Sí hay salidas, sin duda, además este es un proceso que está comenzando a dar síntomas evidentes y contundentes de agotamiento. La hipnosis colectiva en la que cayó el país, gracias a su fascinación por los caudillos, con la desaparición física de Chávez ha ido cediendo, y obviamente ya el país entero se dio cuenta que se embarcó en una aventura espantosa. En ese sentido, ya despertamos, tanto así que al poder no le queda otra estrategia que huir de cualquier evento electoral, que esconderlo, solaparlo, postergarlo, hasta quién sabe cuando, porque cualquier juicio colectivo que ocurra en términos electorales, será el decreto de su desaparición.

–Después de eso viene rescatar y recoger los escombros y todo el proceso de reconstrucción que implica convocar a los mejores en cada disciplina. Viene un proceso largo, laborioso, pero no es el primer país que cae en desgracia y se reconstruye, y hay que ver lo que pasó en Europa, lo que ha pasado en otros países latinoamericanos que vivieron dictaduras devastadoras, la propia Argentina, que en el siglo XX tuvo 51 años de dictadura, Brasil tuvo dictaduras terribles, Uruguay, Chile y se han reconstruido. Y aunque se han ido un poco más de dos millones y medio de venezolanos, quedamos veintiocho y pico, que es una cifra significativa, y estoy seguro que los que se han ido van a volver.

–¿Qué crees que va a pasar con los venezolanos que han liderado este panorama de odio y mediocridad que describes?

–Sin duda creo hay gente que ha cometido crímenes que son imperdonables, gente que ha saqueado, que ha arruinado las reservas monetarias del país y ahora tienen fortunas gigantescas. Esa gente tendrá que pagar con la impugnación de sus bienes, tal vez con una dosis de cárcel importante. Pero pienso que al ciudadano de a pie, que cayó en el embrujo del chavismo y que lo asumió como la religión creyendo que lo iban a salvar de su miseria cotidiana, hay que abrirle los brazos y decirle: “hermano, no funcionó, ven, vamos a un nuevo orden de las cosas, vamos a proponer un país distinto donde tu también cabes”. Pero aquellos que han sido autores intelectuales de este discurso de violencia y pobreza que nos arropa, no pueden quedar impunes.

Creador indetenible

La agenda de trabajo de Leonardo Padrón está copada de actividades. Por estos días comienza a escribir una serie de tv para Estados Unidos. Además, están sus compromisos con varios medios impresos y digitales, y tiene el programa, una suerte de espectáculo y conversaciones, titulado Se Busca Un País, en el que está acompañado de las interpretaciones musicales de Mariaca Semprún y del humor de Claudio Nazoa. También por estos días viajará a México para hacer la octava temporada del programa Los Imposibles para televisión.

–¿Qué ha sido lo más lamentable que ha ocurrido con las instituciones culturales venezolanas durante estos años recientes de gestión del Estado?

–Caracas era una de las grandes capitales culturales de Latinoamérica, aquí se hacia algo que creo nos marcó profundamente y nos alimentó mucho, que fue el Festival Internacional de Teatro. Otra pérdida lamentable ha sido el alto nivel que tenia nuestra televisión, éramos vanguardia, tuvimos una industria poderosa durante muchos años, la telenovela venezolana era el principal producto de exportación no tradicional. Otro sector afectado, el del libro, no hay divisas para importar libros y lo que se está leyendo en el resto del mundo, los venezolanos podemos leerlo. Otro sector, el de la gerencia de los principales espacios culturales, que se la otorgaron a gente que no estaba preparada para esas funciones, por ejemplo, un museo como el de Sofía Ímber era un referente en toda Latinoamérica, un privilegio, o el Teresa Carreño, donde todos los artistas del mundo querían presentarse, y ahora es como un despacho presidencial con olor a orine y los escombros están por todas partes.

–En estos tiempos convulsos la gente se pregunta por qué, en paralelo, se siguen estrenando obras de teatro, se siguen dando conciertos o se presentan libros de poesía… como si tuviéramos dos países.

–Creo todo lo contrario, es aún más pertinente en estos momentos, que los venezolanos invoquemos la normalidad en un país donde nos escamotearon la normalidad (…) El discurso de la creación siempre transgrede aquello que es mediocridad y creo que estamos demasiados intoxicados de mediocridad, de negligencia, de anarquía. Por eso en estos tiempos en los que el militarismo nos quiere imponer su huella sórdida y siniestra encima de nuestras caras, es más pertinente decir el teatro, decir la música, decir el arte. Tan importante es protestar y llenar las calles como saber proclamar al arte como un nicho de resistencia.

–¿Cuál es la disciplina artística que consideras ha quedado más en pie, o está más floreciente?

–No me arriesgo con un diagnóstico definitivo; quizás siento que el cine ha sido el menos golpeado, porque aunque es el más costoso, el gobierno hizo La Villa del Cine, que en una primera etapa no estaba permeado por el sectarismo ideológico, entonces se le dio voz a las nuevas generaciones y ha habido una cantidad de películas, de muchos géneros, y se amplió el registro en el cine, ahora es más versátil. Por supuesto, hay mucho cine que no tiene la calidad que uno quisiera, pero tú volteas y en los últimos años el cine venezolano ha ganado premios internacionales, allí están Lorenzo Vigas con Desde Allá, Miguel Ferrari con Azul y no tan Rosa, Marcel Rasquin con Hermano, Mariana Rondón con Pelo Malo. La Villa del Cine, como concepto es extraordinario, y aunque han hecho películas sobre Chávez, Maisanta, Zamora, también han hecho otras que no tienen esa misión politiquera.

–Cuándo te sientas a escribir las crónicas o artículos de opinión sobre el país, ¿hay una motivación de revelar, de abrir los ojos, de sacudir a los lectores o prevalece más lo pedagógico?

–Ese dilema se me plantea cada vez que me siento frente a la computadora, porque depende de lo que esté pasando en el país; en estos días han pasado tantas cosas: la represión en las marchas, los muertos en las manifestaciones, la otra semana fue la OEA, la antepasada eran las panaderías y la gasolina, todo va a velocidad de vértigo, entonces tienes que ver cómo combinas entre lo noticioso y lo actuall. Asumo el asunto con tono pedagógico; primero creo que es importante, ante tanta censura y autocensura, dejar el registro de la ignominia que es mucha y escandalosa, y segundo, ofrecer una lectura global de cada uno de estos episodios, que de alguna manera tengan su plano en detalle y su plano macro.

–Acabas de terminar las funciones de Piaf, Voz y Delirio, con tu compañera Mariaca Semprún… imagino que en medio de tantas tribulaciones escribir esa obra ha sido como un oasis…

–Es así, y además ha sido ratificar que no puedes subestimar al público, que sin duda alguna el arte es necesario socialmente, la gente salía feliz de las funciones, sentían que durante hora y media se les cancelaba la pesadilla y se reconectaban con la belleza, que todavía hay gente aquí que podía hacer cosas bien hechas, como bien dices, fue un oasis. La gente cuando salía me decía: “tienes que viajar con esto, esto es del primer mundo”, gente que consume espectáculos de Broadway, Argentina, en Madrid, en todos lados, y ese es el propósito, ahorita vamos a tener una temporada en Miami, de dos o tres semanas, la productora salió ayer a Nueva York, hay planes de llevarlo allá también.

–Y ahora, regálanos una lectura comentada de lo mejor, o de los poemas que más te gusten y que consideres emblemáticos de tu poesía que están en Contracanto. Poesía reunida (1979-2011)…

–Con gusto para Contrapunto. Aquí va…

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