Ser otro, ser otro. He aquí una inquietud del espíritu moderno: desdoblamiento del sujeto. Yo, el otro (autobiografías apócrifas) se orienta precisamente en este sentido: cada escritor invitado ha traído a la mesa de juego la carta del autor que hubiera querido, que hubiera podido ser.
No es otro su tema, entonces, que el tema del deseo. Se trata, aquí, de un diálogo entre dos voces cuya motivación profunda es la metamorfosis, la trasversión asumida, fingiendo, usurpando la voz y, con ella, la identidad.
Toda una gama de juegos transtextuales pueden evocarse con estas confesiones, diarios, memorias, cartas, -vidas- apócrifos; pero lo que planea sobre todos y les da un aire de unidad es, sin duda, el tono celebratorio con el que sus discursos robados se ofrecen a la curiosidad de los lectores.
Este texto exultante de voces imitadas, encuentra, además, aquí, el soporte icónico que Ernesto León ha dispuesto como contrapunto visual de las palabras.