Leonardo Padrón estaba confesa y definitivamente seducido por esta mujer. Como única salida de urgencia, Leonardo – el poeta, el narrador de historias – se zambulló en su obsesión, dándole rienda suelta hasta lograr que el papel y sus escenas pudieran de alguna manera trascender a una cámara y a una pantalla.
Fue así como la vida de Manuela Sáenz tomó su forma y su verbo, convirtiéndose en el guión de una película que ha marcado historia en el cine nacional. Leonardo, tallándola lenta y descarnadamente, pudo sacarle el envés a una mujer exagerada que cualquiera de hoy escucha y asume como propia.
“Cuando un guionista coloca la versión definitiva de su trabajo en las manos de un director, realiza un curioso gesto de humildad; se desprende de sus ideas para que sean de otro. Por eso, cuando un guionista logra colocar la versión definitiva de su trabajo en las manos de un editor, entonces ocurre una variante – quizá pequeña pero harto significativa – en las reglas de oro del cine: es el lector, ahora, quien tiene la oportunidad de ver su propia película en la sala sin butacas de su cabeza. Y es esa oportunidad, precisamente, la que Ud. Tiene en sus manos”
César Miguel Rondón