Has llegado tan impuntualmente a mi vida
que he decidido corregir todos los relojes
hacia tu posibilidad.
Que este poema te suba la falda
que te arrime hacia la mesa
lubricándote el cierre
abriéndote las ganas
que te humedezca lentamente
gastándose en el fin de tus piernas
en tus últimas partes
que te incendie contra la pared
alzándote, removiéndose, luchándote
contigo en las uñas, en el grito mínimo, en el cuello
que te sea enorme, violenta y penetrada
que este poema te rasgue el deseo
que gimas entre sus brazos
¡ah! esta caricia desquiciada
y la furia el jadeo
hasta sangrarnos.
Manuscrito y café
Eres interminable, esquiva y mediterránea, vengativa y suntuosa, eres Narciso y Rapunzel, me vas cubriendo, me vas dejando, digna del cielo, perfume de Satán, monja de los horizontes, hembra de los claustros, eres manifiesta y mínima, pura y previamente teórica, previamente mortal, eres constancia de la melancolía, voz de lluvia en el cuerpo, ficción del poema. Malcriada de mis ojos, no renuncias ni despojas, laceras y encantas, niñita de mis manos, créceme en tus labios, ternura de las tormentas, animal ilusorio, espejismo, carne y cuna, siglo XIX de mis deseos, creciente de agua dulce, de copa feroz, de cántaro dramático, eres salvaje y caminas y desandas y desquicias, máscara, aguja blanda, sudor de luna, termina de llegar, de explotar, desespérame, tú, que mueves la punta de tus palabras y las paseas por mi cuello, tú, de caprichos y absoluta, abandonas, juegas, te pierdes en tu propio azul, presuntuosa, escondida y suave, tienes aires de reina, voz de infanta, humedad de nínfula, eres indecente de tan cierta, eres usted y mujer, tienes movimiento de sexo y cerrojo, de madrugada y porfía, me cansas, me bastas, te escribo, te padezco, me degüello en tu risa, dulce de callejones, ahora pequeñísimo para ti, en tus aguas, amaneciendo, te odio, a pura alma, a puro amor.
Lunes
La noche deja de ocurrir
gotea hacia el fondo de tu piel, revienta de luz
el último sueño parte hacia el olvido
arena de ti es la almohada
entonces, alguien te llama
una exacta decisión te reclama
tú te levantas
tropiezas con el brillo duro de las cosas
ves en cada paso una sala grande, enorme, inabarcable
tu desayuno siempre solo
la ropa que cansa el mandado de seguir con todo
en realidad prefieres no aparecer
te devuelves hacia la cobija
te arropas hondo
te tragas
el mundo está sonando allá afuera
y en el cuarto tu techo permanece
urgente
desgajándose sobre ti.