Francisco de Miranda

En 1750, en la resolana del Caribe, nace el hombre que la historia conocerá como el Precursor de la Independencia Venezolana. Su nombre es Francisco de Miranda y, para más señas, es el mayor trotamundos que ha conocido el continente americano, Miranda posee la fama de ser un errante impenitente, un conspirador eterno, un tránsfuga, un conquistador de nobles y cortesanas, un amante de manicomios, bibliotecas, cárceles y burdeles, ha escrito 63 tomos de su propia autobiografía, amigo de príncipes, militares y artistas de renombre mundial, coleccionista de mujeres y sueños impensables, fugitivo incansable, dueño de diez nombres distintos, y presentado por la prensa inglesa del momento como el futuro libertador de la América española. Miranda posee un privilegio que quizás ningún otro hombre posee en su alforja de vida. Ha luchado en las tres revoluciones más importantes de su tiempo: la americana, la francesa y la latinoamericana. Todo eso mientras recorrió el mundo entero durante 40 años pregonando y gestionando la independencia de Venezuela, su propio país. La ironía de su destino hizo que fueran los propios venezolanos quienes lo hicieran prisionero.

Es la alucinante historia de un hombre que algunos biógrafos confundieron con Don Juan y otros con Don Quijote.  Los hechos aparecen uno a uno, sorprendentes, abismales: Miranda, en nombre del ejército español, peleó contra el Sultán de Marruecos; luchó en la batalla de Pensacola en aras de la revolución norteamericana; compartió horas antológicas con Washington; protagonizó tertulias infinitas con Jefferson; tocó flauta con Haydn; fue recibido por Federico el Grande; discutió problemas de estado con el príncipe Potemkin; fue amante de Catalina de Rusia; comandó a Francia y derrotó al ejército prusiano en la batalla de Valmy; brindó con Napoleón Bonaparte; fue recibido en los aposentos de Lord Wellington; inicio la gran guerra en Latinoamérica con un desembarco suicida en las costas de Venezuela; fue el guía de Simón Bolívar; inventó la bandera de su país; escribió su primera constitución; fue nombrado Generalísimo y finalmente traicionado por su propia gente hasta aterrizar en una mazmorra maloliente en La Carraca de Cádiz, donde la muerte planeó inmortalizarlo.

Miranda ha recorrido todos los rincones de Europa y América con un solo equipaje: la idea de libertad. Así como cultivó grandes amistades también fue pródigo en enemigos mortales. La cárcel y el asedio lo han signado. En cada parcela de tierra que recorrió conquistó a una mujer, llegando a tener una colección de los vellos púbicos de cada amante que llevó a su cama. Pero este gran amante nunca conoció el amor. Conoció, en cambio, los azotes de la traición y la infamia. Cruzó innumerables fronteras disfrazado bajo cualquier rostro posible. Fue el guerrero más perseverante que ha tenido cualquier revolución. Su nombre está inscrito en el Arco de Triunfo de París. Pero en su momento, sorprendentemente, fue repudiado en su propia tierra.

La historia de América tiene tatuada en sus pasillos el relato de uno de sus hombres más universales.