Hace siete años, el exilio se presentó a través de un hilo telefónico convirtiéndose en un huésped no deseado, con el que ha tenido que capear, nostalgias, duelos y desarraigos; pero también le ha servido para afianzar la firme convicción de que nunca debemos dejar de intentar cambiar las cosas por “imposibles” que parezcan. Seguir “buscando un país” que tarde o temprano lograremos hallar, a pesar de los “tiempos feroces” que nos toque transitar.