Mercedes Sosa, Facundo Cabral, Raphael, Fernando Savater, Eugenio Montejo, Sofía Imber, César Miguel Rondón, Boris Izaguirre, Diego El Cigala, Renato Capriles, Andres Galarraga, Catherine Fullop, Hebe de Bonafini, Gilberto Santa Rosa, Rosario Flores, Salomón Cohén, Gilberto Correa, Angel Sánchez y Jacinto Convit.
No se muy bien si este libro necesita un exordio o eso que llaman, más musicalmente, un preludio. Estuve preguntándomelo por una semana. Dejé caer la duda en las narices de mis editores. Y parece que sí. Por eso, aquí estoy, anunciando (¿será ese el verbo?) un segundo libro de Los Imposibles.
Si reincidir vale la pena, ya lo dirá el lector. Pero me permito aventurar que la espesura de vida, los fogosos testimonios, la indudable calidad de estos 20 nuevos entrevistados le hará la respuesta más cercana. Yo he reincidido en el amor y sus fogajes, en los Beatles y Miles Davis, en el viejo Onetti o Cortazar, en las resacas de los sábados, en las torpezas de la cédula, en las hamburguesas rápidas y hasta en el optimismo, entonces, ¿por qué no reincidir en un experimento que me ha detonado jornadas memorables con personajes sin desperdicio?
Habrá muchos lectores que tal vez estarán hojeando por primera vez este proyecto, que jamás han oído el programa de radio (concebido por temporadas: va y viene, aparece y se repliega) y no supieron tampoco del libro inicial. A ellos, a vuelo rasante, les cuento de un andamiaje donde inicialmente suelo dibujar mi impresión del entrevistado, a manera de postal, luego lo lleno de preguntas –procurando evitar las viles- , le coloco sonidos cercanos a la banda sonora de su vida, y relato algún episodio o atmósfera que haya marcado el momento de la entrevista. El libro, vale decirlo, ofrece el provecho de exhibir material que nunca fue radiado por argumentos de tiempo o censura. Una vez más, la comarca de los libros proclama sus ventajas.
Entrevistar se me está convirtiendo en un tic. Veo gente y me pregunto en cuál gaveta habrán escondido su mejor secreto, su áspera verdad, su anécdota decisiva. Todos tenemos una respuesta que nunca hemos dado. Siempre hay una confesión que se pasea impaciente por las paredes de nuestros silencios. Me pregunto, entonces, cómo un hombre, cualquier hombre- impelido a hacerlo- contaría su propia historia, en donde ubicaría los énfasis, que eventos ocultaría tras el pudor, que subrayaría sin merecerlo. Y camino hacia este pretexto que hoy es programa de radio y libro para asomarme en la trastienda de seres particulares, con obra exitosa o notable, de talento irrebatible y público, y los siento frente a un micrófono y les pregunto por la tenacidad, los días malos y las ventiscas del destino. Definitivamente, lo más incitante de este proyecto es que el mundo está pleno de “imposibles” por conocer. Gente, como a veces insisto, imposible de ignorar.
Tennessee Williams reveló, en su tiempo, algo perturbador: “El ser entrevistado lleva aparejada la ventaja de la autorrevelación. Me veo obligado a articular mis sentimientos y puede que aprenda algo sobre mí mismo. Me hace conocerme mejor, ser más consciente de mi propia desdicha”. No tengo la pretensión de saber lo que ha ocurrido debajo de la piel de los entrevistados. Quizá poco. Quizá esto ha sido un trámite más en su agenda semanal. En todo caso, creo que cada uno de ellos ha destilado aquí –incluso, sin procurarlo- mucho de su agua íntima y su luz, en definitiva, su trozo de lección, no para ellos, sino para nosotros. Por mi parte, es mucho lo que me ha nutrido este especial enjambre de seres humanos. Aquí están los pliegues internos de juglares modernos, activistas del dolor, peritos de la ciencia, filósofos del optimismo, diseñadores de la vanidad, expertos en música, artes plásticas o melodrama, constructores de espacios urbanos, maestros del jonrón, inquilinos de la poesía, animadores de la belleza y dramaturgos de la soledad. Todo un ancho menú de oficios y trayectorias. De todo ese alimento, creo que la digestión es la mejor parte. Especulo que a ustedes les ocurrirá lo mismo. En todo caso, si hay dudas, pasen adelante y averígüenlo.
Una última confesión. Preguntarle la vida a alguien siempre es difícil: corres el riesgo de que te digan la verdad.
Leonardo Padrón
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