Osmel Sousa, Carlos Mata, Juan Luis Guerra, Gloria Trevi, José Vicente Rangel, J.J. Benítez, Oswaldo Guillén, Martirio, Jorge Drexler, Aldemaro Romero, Jose Antonio Abreu, Antonio Skármeta, Oscar Yánez, Bob Abreu, Elena Poniatowska, Norma Aleandro, Soledad Bravo, Ilan Chester, Armando Scannone, Isa Dobles.
Reincidimos. Una vez más. Ya es el tercer libro de un proyecto que nació sin pretensiones de convertirse en hábito. Otra vez el gesto de explorar al otro. De nuevo el testimonio de veinte personajes insoslayables de nuestro paisaje cultural. La aventura parece no agotarse. Lo más atractivo de estas conversaciones son sus intersticios, sus pasillos inadvertidos, el momento donde nos revelan los aposentos ocultos o memorables. Asomarse a las vocales íntimas de estas figuras siempre deja un saldo en las retinas. Creo, sin exceso, que cada entrevista exuda su propio licor, su fragmento de verdad, su pan y su enseñanza. En todo caso, no se trata de un equipaje de lecciones. Sería insufrible la lectura. Lo que prevalece, como en las dos anteriores entregas editoriales de Los Imposibles, es un lienzo de voces que apostaron por ser genuinas, entrañables muchas veces, brillantes a cada tanto, descarnadas, confesionales o esquivas en ciertos tramos. Son, nuevamente, veinte versiones distintas del triunfo. Son veinte personajes que han logrado dibujar el éxito de su oficio con un lápiz imborrable.
Oriana Fallaci dejo caer una frase reveladora en unas declaraciones a Time en 1975: “Para mi una entrevista es una historia de amor. Es una lucha, un coito”. Sin renunciar al rasgo erótico, al duelo de tensa seducción que se establece entre los dos hablantes, todo acercamiento a un personaje implica tratar de suprimir las muchas capas de ese yo público que suele postular con destreza hasta llegar a los verdaderos pateaderos de su yo intestino y personal. La idea, por supuesto, no es regodearnos en cotilleos, deslices o tremendismos olorosos a titular mediático. Se trata de acercarnos al hueso de sus historias, a la última calle posible, para entrever cómo conquistaron el mejor peldaño o el tejido estelar de su vocación. Presenciar el andamiaje real de sus respiraciones, allí el intento.
Esta vez, valga decirlo, Venezuela es la gran invitada. Esta vez los micrófonos de Los Imposibles viajaron hacia dentro del mapa. No es gratuita la prevalencia de nombres tan cercanos a nuestra cédula de identidad. En tiempos de autoestima tambaleante es pertinente revisar la trayectoria de unos cuantos venezolanos primordiales: periodistas, deportistas, escritores, cantantes, actores, gerentes del talento en cada una de sus disciplinas. El país posee atajos de luz a cada rato, a cada mucho. Hay serias razones para el orgullo.
Sin más, pasen adelante. Ya muchos conocen el camino. El menú es diverso, inesperado y feliz. Me tienta asegurárselos.
Leonardo Padrón
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