La incierta calma
Que nadie se llame a engaño. Que el régimen no tome como victoria las calles vacías ni el grito apagado de los manifestantes. Que no se atreva a hablar de paz conquistada. Que no crea que “una vez más” venció al país (y no hablo de “país opositor” porque ya el adjetivo es tan estrecho como insuficiente). Que la pandilla del régimen no se solace en un brindis de triunfo. Porque aquí nadie puede brindar por nada mientras la ruina continúe su trágico discurso. Porque la gente sigue muriendo, menguando o partiendo. Porque el hambre permanece inalterable en los estómagos del venezolano. Porque nadie con poder de decisión ha movido un dedo para detener el derrumbe del país.
En definitiva, así hoy no haya marchas, trancones, consignas al aire, disparos a los pulmones, bombas lacrimógenas estallando, gente cayendo herida en el pavimento, perdigones ardiendo en la piel, los venezolanos seguimos bajo estado de emergencia. No ha habido un solo año de pausa, estabilidad o sosiego desde que el chavismo entró a nuestras vidas.