La difícil esperanza
Quizás de todas las navidades que hemos vivido bajo régimen chavista -la cuenta va por 18 – esta sea la más dura de todas. La más desnuda de esperanzas. La que nos consigue más invadidos por el desánimo. Más desarmados para apostar por el futuro. La gran paradoja es que a la vuelta de la esquina asoman su rostro las elecciones presidenciales. Unas elecciones que pedíamos a gritos pero sentíamos demasiado remotas. Mucho se hizo –aunque mal, muy mal, y a veces con espantosa ingenuidad- para intentar una solución más inmediata. Unas elecciones que serían –en condiciones normales- la más simple y serena de las soluciones a esta larga congoja existencial. Pero justamente se acercan en el peor momento de la oposición. La oposición que somos todos, no solo los partidos políticos Esas próximas elecciones se acercan y nos encuentran heridos, desmembrados, arrasados por el desencanto. Y sabemos que habrá elecciones porque ya pocos creen en elecciones. Es como quien atraviesa un severo y crudo desierto para llegar, desmayado de sed, a casa de su enemigo mortal. Sabrás que el vaso de agua, de aceptarlo, tendrá la suficiente dosis de veneno como para matarte.